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Debemos reencontrarnos los argentinos

por Pedro Aguer 

Puede parecer ingenuidad plantear esto, dado lo que estamos protagonizando en este final del año. La violencia se ha expandido, como si no hubiese otras altenativas.

Reclamos de todo tipo tienen la argumentación correspondiente.

Los ingresos no alcanzan para cubrir las necesidades mínimas en los hogares de los trabajadores que permitan una subsistencia adecuada a la realidad económica, que no termina de sorprendernos con injusticias que emergen descontroladamente.

Por un lado el duelo ante muertes que producen las reacciones de protesta en los que participa el pueblo y son reprimidas por el Estado. En las que mueren manifestantes y policías. Toda violencia represiva tiene consecuencias imprevisibles. Toda barbarie genera barbarie de arriba para abajo y viceversa.

Participar es imprescindible. Nada reafirma el proceso democrático como la participación, que no es sólo votar sino también estar informado y proponer ideas que se ajusten a las posibilidades. Treinta años llevamos experimentando más de lo mismo.

Sin embargo las posibilidades son muchas en un país como el nuestro, al que no le falta nada que provea la naturaleza.

El problema fundamental consiste en que la distribución no es equitativa. La producción está cifrada en esfuerzo desparejo. El trabajo es explotado. Al no existir igualdad comprobamos que la justicia no es la misma para todos.

Para colmo la solidaridad está mal administrada por el Estado que es el principal responsable de establecer y hacer cumplir las normas que deberían funcionar eliminando las diferencias, los privilegios y las injusticias, de tal modo que disminuyan las protestas que no tienen por qué ser si la situación es el reflejo de un Estado de Derecho, en el que los derechos sean en consecuencia de las obligaciones: “Ningún deber sin derechos, ningún derecho sin deberes” (José Ingenieros).

A través del empleo de la solidaridad, está demostrado, es mucho lo que se puede logra. La solidaridad ha permitido a la especie homo sapiens permanecer en el tiempo a pesar de su debilidad física respecto de otras especies depredadoras, y ha salvado a las sociedades humanas después de las guerras y de las epidemias.

Organizándonos en torno a la solidaridad hemos continuado sobre la tierra, a pesar de las adversidades intrínsecas y extrínsecas.

Mientras pongamos en marcha el sentido de la solidaridad continuaremos salvándonos, como hasta ahora, de las crisis por profundas que sean.

En torno a la solidaridad administrada democráticamente podemos encauzar la economía para angostar la grieta que separa a los que más tienen de los que menos tienen, con vistas a cerrarla definitivamente. Es esto lo que podría parecer ingenuo si nos negamos a leer la historia de cuánto ha podido hacer el hombre mediante la ayuda mutua.

Además de las instituciones solidarias, existe la solidaridad doméstica, la solidaridad circunstancial emergente de catástrofes, pues se trata simplemente de poner en movimiento la voluntad de ayudar al prójimo.
El Estado deberá corregir los errores cometidos en torno al asistencialismo, en lo que ha incluido la creación de cooperativas de trabajo, de manera clientelista. Estamos recepcionando a diario noticias que revelan las fallas producidas por tal equivocación.

Subsanado esto es posible avanzar en la acción y la promoción cooperativa y mutual, y con el fomento de cooperadoras, estableciendo las diferencias que caracterizan a unas y a otras y organizaciones caritativas, las que cumplen gran aporte en la lucha contra la pobreza.

El reencuentro al que nos referimos consiste en trabajar con esa orientación en lo ya realizado desde las cooperativas, las mutuales, las cooperadoras y desde el Estado, haciendo participar en ello a la escuela, a la universidad, al club deportivo, a las comisiones vecinales, superando la tendencia egoísta, reemplazando el competir por el compartir.

Parece ingenuo, pero no lo es, parece imposible, pero la historia de los verdaderos logros sociales está llena de solidaridad.

Debemos por cierto apelar a la tolerancia en la diversidad, al diálogo, al debate, porque de esto depende la construcción que necesitamos. Para lo que necesitamos reencontrarnos.

Para defendernos y poder vivir en paz necesitamos los valores republicanos sostenidos por una acción cada vez más democrática. No sirve de nada echarle la culpa a otros de lo que no hacemos o hacemos mal.

La violencia es consecuencia, no causa. En todo caso es el síntoma de la enfermedad social, pero no su medicación.

 

 

 

 

 

 

 

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