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Democracia participativa

por Pedro Aguer

Demos, pueblo; cracia, gobierno. “La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” (Abran Lincoln).

En el pueblo están las necesidades, de las que surgen los problemas a resolver mediante el accionar de la política a través de los gobiernos.

Los gobiernos deben, en consecuencia, atender estos problemas escuchando a sus pueblos.

Los pueblos hacen conocer sus necesidades participando de diversas maneras, especialmente en y a través de los partidos políticos.

Todo lo señalado es posible.

Pero, la problemática social está expuesta a intereses particulares, que sin cesar asechan la armonía colectiva. Estos intereses interactúan mediante la hipocresía y la mediocridad, aunque con habilidad, para superar los intereses comunes, que sólo pueden ser objeto de las verdades expuestas transparentemente a la consideración del conjunto.

Cuando aquéllos prosperan siempre están respaldados por dictaduras o por falsas democracias, que avanzan eliminando todo indicio de participación popular en el debate, quedando en manos de las minorías todos los buenos resultados y en el sacrificio de los pueblos todas las malas consecuencias.

Los partidos políticos han caído en la desesperación y tratan de entretejer sus intereses grupales intercambiando lugares en las listas, respondiendo a parcialidades ajenas a los intereses generales, debilitándose ante un descreimiento que crece a medida que la autocrítica es desplazada por los personalismos internos. Ya ha sido desplazada en su totalidad, lo que ha agravado la decadencia en que estamos inmersos.
De este modo quedan liberados los territorios en los que hacen de campo orégano los espíritus autoritarios.

Para que esto no suceda es menester que la democracia se fortalezca con un profundo sinceramiento entre dirigentes y afiliados militantes, con vistas a la comunidad, para que ésta pase de ser expectante pasiva y se convierta en activa.

La promoción de la autocrítica es uno de los caminos más adecuados para el mejoramiento de la práctica política.

Los intereses populares están por encima de los sectoriales. Comprenden al pueblo en general sin discriminaciones ni privilegios.

Deben se eliminados los vicios que corroen el ejercicio del poder: amiguismo, clientelismo, nepotismo, es decir, todo tipo de favores en los que el estado no debe incurrir. El estado no está para favorecer a nadie en especial sino al conjunto social en general.

Para este fin se ha establecido la forma republicana de gobierno con el funcionamiento de tres poderes independientes y en perfecto equilibrio: ejecutivo, legislativo y judicial.

EL FIN ÚLTIMO DE LA REPÚBLICA ES PRESERVAR EL PROGRESO DE MANERA SOSTENIDA, EN ARMONÍA, EN PAZ Y JUSTICIA.

La educación, la buena salud, la seguridad, son inherentes a la marcha hacia el bienestar.

Las elecciones no son un botín en sí mismas, sino una herramienta para que la rotación y el reemplazo en los cargos se realice de manera democrática y participativa, de tal manera de evitar la eternización de los individuos en determinadas funciones para lo cual es menester que ante cada renovación quienes se postulen estén preparados para responder a los requerimientos sociales, con igualdad y equidad, contemplando que lo que beneficie a unos no perjudique a otros.

Por estos argumentos dejamos establecido de manera contundente que la democracia participativa es la única forma de garantizar que la hipocresía y la mediocridad no debiliten a los partidos ni faciliten la instalación de ningún tipo de autoritarismo en el estado ni en aquéllos.

Bien decía Artigas : “Con la verdad no ofendo ni temo”. Con esto y con: “Naides es más que naides”, se puede sintetizar que mediante la participación en democracia se puede realizar ese mundo mejor que es posible y que todos deseamos, para nosotros y para el futuro.

Sin estas premisas la política quedará siempre en manos de oportunistas y vividores, y los pueblos carecerán de lo básico imprescindible para el desarrollo sustentable, cayendo en brazos de la naturaleza implacable, que por ser previsible puede también ser respetada y administrados sus recursos sin sufrir los desequilibrios provocados por ineptitudes y egoísmos imperantes en el sistema capitalista, que nos ha sido impuesto y sigue intacto.

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