Dios en la Tierra

Hoy es la fiesta de San Severino, predicador que promovía la oración contra los vicios

Martes de tiempo de Navidad después de la Epifanía del Señor. El santoral recuerda a San Severino. Comentario del día : Catecismo de la Iglesia Católica “Yo soy el pan de vida: el que venga a mi no pasará hambre” (Jn 6, 35) Evangelio según San Marcos 6,34-44.

Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.

Como se había hecho tarde, sus discípulos se acercaron y le dijeron: “Este es un lugar desierto, y ya es muy tarde.

Despide a la gente, para que vaya a las poblaciones cercanas a comprar algo para comer”.

El respondió: “Denles de comer ustedes mismos”. Ellos le dijeron: “Habría que comprar pan por valor de doscientos denarios para dar de comer a todos”.

Jesús preguntó: “¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan a ver”. Después de averiguarlo, dijeron: “Cinco panes y dos pescados”.

El les ordenó que hicieran sentar a todos en grupos, sobre la hierba verde, y la gente se sentó en grupos de cien y de cincuenta.

Entonces él tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. También repartió los dos pescados entre la gente.

Todos comieron hasta saciarse, y se recogieron doce canastas llenas de sobras de pan y de restos de pescado.

Los que comieron eran cinco mil hombres.

Amén y ¡ adelante !

Solemnidad del Bautismo del Señor

Cristo es iluminado: dejémonos iluminar junto con él; Cristo se hace bautizar: descendamos al mismo tiempo que él, para ascender con él.

Hoy es la fiesta de San Severino, predicador que promovía la oración contra los vicios

“Si quieren tener la bendición de Dios, respeten mucho los derechos de los demás”, decía San Severino, patrono de Viena, Austria y Baviera. Profetizó terribles castigos a algunas ciudades si no se convertían y hacían penitencia. Además, tenía los dones de curación y consejo. Su fiesta se celebra el 8 de enero.

San Severino era original de Roma y provenía de una familia noble y rica. Dejó la “capital del mundo” de ese entonces y se fue de misionero a las orillas del río Danubio en Austria.

Allí les anunció a los pobladores de Astura que si no dejaban los vicios y no se dedicaban a rezar más con sacrificios, sufrirían un terrible castigo. Nadie le tomó importancia. Entonces el santo declaró que no se hacía responsable de sus malas decisiones y se fue a la ciudad de Cumana.

Días después llegaron los bárbaros de Hungría, llamados “Hunos” y arrasaron con la ciudad de Astura, matando a casi todos los habitantes.

En Cumana también profetizó castigos si la gente no se convertía. Igualmente, nadie le creía hasta que llegó un sobreviviente de Astura y les contó lo que le pasó a su ciudad por no hacerle caso a San Severino, quien los quiso ayudar.

Es así que los pobladores se fueron a orar a los templos, cerraron las cantinas y cambiaron su comportamiento, haciendo sacrificios. Cuando estaban por llegar los bárbaros, un tremendo terremoto los asustó, los hizo huir y no entraron a la ciudad.

San Severino intercedía ante Dios por la curación de muchos enfermos. Sin embargo, no intercedió por su discípulo Bonoso pues le decía: “Enfermo puedes llegar a ser santo. Pero si estás muy sano te vas a perder”. Por 40 años sufrió Bonoso su enfermedad y llegó a buen grado de santidad.

Le gustaba repetir frases de la Biblia y recordaba siempre que todo pecado trae castigos del cielo. Por otro lado, durante 30 años fundó monasterios. Recorría descalzo las inmensas llanuras de Austria y Alemania, incluso en las heladas nieves. Su sencillez hasta en el vestir su túnica desgastada y vieja, le ganó el respeto de todos.

Al pequeño Odoacro le profetizó que pronto repartiría entre los suyos los lujos de la “capital del mundo”. Este hombre con sus hérulos conquistó Roma y por el cariño a San Severino respetó y apoyó el cristianismo.

En la ciudad de Kuntzing, el río Danubio hacía destrozos en sus inundaciones y dañaba al templo católico. San Severino colocó una gran cruz en la puerta de la Iglesia y dijo al río: “No te dejará mi Señor Jesucristo que pases del sitio donde está su Santa Cruz”. De esta manera, las crecientes del río nunca más pasaron por aquel lugar.

El 6 de enero del 482 sintió que ya era hora de partir a la Casa del Padre, mandó a llamar a las autoridades civiles de la ciudad y les dijo que respeten los derechos de los demás si querían tener la bendición de Dios. “Ayuden a los necesitados y esmérense por ayudar todo lo más posible a los monasterios y a los templos”, añadió.

Murió el 9 de enero del 482 y pronunciando las palabras del Salmo 150: “Todo ser que tiene vida, alabe al Señor”. Seis años después sacaron sus restos y lo encontraron incorrupto. Le levantaron los párpados y vieron que sus ojos azules brillaban como si estuviera dormido. Sus reliquias han sido veneradas por siglos en Nápoles.

Más información en: https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=637

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