Relatos Rurales

La alfalfa recién cortada, la tierra regada por la lluvia o los cultivos sembrados: aromas que marcan la vida de las mujeres rurales

En el marco de la campaña Mujeres Rurales , FAO Argentina, entrevistó  a Marisa Elizabeth Boschetti, responsable del área de la Mujer en la Confederación de Productores Familiares del Mercosur (COPROFAM) y Coordinadora Nacional de Lechería de FAA (Federación Agraria Argentina).

Nacida y residente en Alicia, esta agricultora argentina de 44 años hace mil malabares para compaginar su ajetreada vida profesional con la familiar. Marisa nos habla sobre el desafío de reclamar el derecho a participar de las mujeres rurales en la toma de decisiones. Porque el acceso al poder requiere la incorporación de las mujeres a los puestos directivos de organizaciones agrarias y cooperativas.

¿En qué actividad trabajas actualmente?

Soy productora agropecuaria y tengo un pequeño tambo que inicié hace 7 años. Me casé con Gustavo Bosio que vivía solo a un km de mi casa y al que conocía desde muy chica. Siempre viví en el campo, ayudando en los trabajos que se realizaban: ordeñar, manejar el tractor, arriar animales y criar cerdos.

¿Tu familia estaba vinculada al mundo agrario?

Mi papá trabajaba en sociedad con dos hermanos. Mis tíos no pudieron tener hijos y mis dos hermanas y yo pasamos a ser las niñas mimadas de la familia. Mi papá falleció muy joven por una enfermedad terminal y mis tíos se convirtieron en nuestro mayor pilar y nuestros guías, dejándonos en herencia una gran parte del campo que habían comprado cuando trabajaban en sociedad. Entonces decidí continuar con el legado familiar. Al no haber varones en la familia y siendo la hija mayor, sentí la necesidad de defender lo que le llevó tanto esfuerzo a mi papá y mis tíos. Casi perdemos todo en los años 80 pero con mucho sacrificio lograron salir adelante. Eso marcó mucho mi vida, había días en los que no teníamos ni para poner nafta en el auto para ir al pueblo a hacer la compras o al colegio. Nuestro medio de transporte fue por ese tiempo el sulky, la volanta y la jardinera.

¿De qué trabajaste anteriormente?

Siempre estuve en el campo realizando diferentes tareas. De chica ayudaba a mi papá y a mis tíos en lo que necesitaban y cuando me casé, me dediqué más a ser ama de casa. En casa ayudaba a hacer el tambo, sacar rollos, arriar tropas de hacienda de un campo a otro, moler, criar gallinas… Una va aprendiendo… no se necesita estudiar para ello: nuestros padres son la mejor escuela que tenemos.

¿Cómo es un día de tu jornada laboral habitual?

Me levanto a las 6,30 horas para acompañar a mi hijo pequeño al colegio secundario, que viaja en transporte a un colegio técnico en el pueblo vecino Las Varillas. Cuando estoy en casa, suelo empezar el día a las 7.30 con un mate. La mañana la dedico a la parte administrativa y bancaria, ya que me hago cargo de mi producción y la de mi marido. Él tiene tambo, trabaja un poco en agricultura y es propietario de servicios agropecuarios “Don Santiago”, donde realizan picado, siembra y segado a terceros. También trato de pasar unas dos horas por la oficina de la Filial de la Federación para atender sus necesidades, ocupándome de ello, realizar compras en conjunto de forma cooperativa o asociativa para abaratar los costos de los insumos y obtener descuento.

Al mediodía cocino para mi familia, nada de comidas muy elaboradas por falta de tiempo. Los fines de semana sí preparo más comidas que hacían las abuelas. Por la tarde, cuando las obligaciones me lo permiten, voy al campo a ayudar a racionar los animales, vacunar, hacer sanidad, apartar para hacer lotes de animales, marcar… Me gusta mucho ir a ver los lotes de vacas que están por parir, que estén cuidadas y en condiciones para ingresar al tambo. Revisar los terneros recién nacidos es mi debilidad; es la ternura en primera persona, dan todo sin pedir nada a cambio.

Tengo a mi abuela materna que tiene 95 años y mi hermana y yo nos ocupamos de ella. Ahora lamentablemente tuvimos que llevarla a un hogar porque era imposible seguir cuidándola en su casa, por necesitar cuidados especiales, así que cada dos días voy a visitarla para estar con ella.

Tres días a la semana tengo que ir a buscar a mi hijo al colegio, ya que no hay transporte público en el horario que termina su día de clase. Por la noche nuevamente trato de hacer la cena y luego, por lo general, hay reunión de Federación Agraria, de la Cooperativa que estamos armando. Soy miembro de la Pastoral Social de mi Diócesis, estoy en un grupo que es una ONG para gestionar pequeños emprendimientos para mujeres solas y estoy en el Grupo Esperanza Viva, donde escuchamos y orientamos a jóvenes y adultos con problemas de adicciones.

Háblanos de tu familia. ¿Es difícil compatibilizar maternidad y trabajo?

Tengo tres hijos: Guillermo Daniel Bosio (25 años), está trabajando con nosotros en el campo y tiene a cargo el manejo del equipo de Servicios Agropecuarios; Franco Gabriel Bosio (21 años), está cursando tercer año de Ingeniería en Computación en la Facultad Tecnológica de Córdoba; y Gonzalo Martín Bosio (14 años), que está en tercer año en el IPET 236 de Bernardo Houssay en Las Varillas.

Ser madre joven fue una elección de pareja muy conversada, ya que siempre tuvimos la idea de que nuestros hijos iban a ser grandes y nosotros todavía teníamos tiempo de tener oportunidades y así fue. Hoy prácticamente ya son chicos independientes, lo que me ha permitido ser parte de estos espacios gremiales en los que participo con muy pocos reclamos. Solo el más chico todavía algunas veces tiene problemas, pero nada que no se pueda manejar con el papá en casa.

La maternidad nunca fue incompatible con mi trabajo. Siempre tuve la ayuda de mi suegra y mi mamá cuando me tocaba ir al tambo o realizar trabajos en el campo. Para mí la maternidad siempre fue una bendición, fueron hijos buscados, muy queridos y hoy son mis compinches. Mi familia es mi vida. A pesar de este trabajo que me hace estar mucho tiempo fuera de casa, el mejor premio es volver y ver que todos colaboran para que la casa funcione y todo esté medianamente en su lugar.

¿En qué organización participas?

Participo en Federación Agraria Argentina, en COPROFAM, en la Mesa de Productores de Leche, el Equipo Diocesano de la Pastoral Social, ONG, Cooperativa San Miguel de Alicia, soy presidenta de la Filial de mi pueblo y del Consorcio Canalero de nuestra cuenca.

¿Cómo empezaste a formar parte de la organización?

Comencé en 2008 en los famosos cortes de ruta por la 125 y luego reabrimos la Filial de Federación Agraria Argentina en mi pueblo, Alicia. Primero fueron apareciendo oportunidades de asistir a reuniones, luego me propusieron ser Directora Suplente y después me nombraron Coordinadora de Mujeres de COPROFAM.

¿Qué valores, intereses y necesidades te llevaron a formar parte de una organización?

Siempre vi la necesidad de defender a los pequeños y medianos productores. Me acuerdo de mis tíos y mi papá, ellos tenían los problemas que hoy continuamos teniendo. Creo que nos debemos la oportunidad de poder elegir que queremos ser: productores agropecuarios. Me siento orgullosa cuando relleno algún formulario y digo que soy “productora agropecuaria”. No quiero ser y pensar como los empresarios, mirar solo donde está el negocio. Cuando deja de ser rentable, los empresarios -como decimos en el campo- “levantan el poncho y se mandan a mudar”.

Quiero seguir defendiendo y peleando por continuar lo que me enseñaron mis mayores. Todos los medianos y pequeños productores nos merecemos poder continuar en nuestras producciones y vivir dignamente junto a nuestras familias. Estas son las necesidades que me fueron llevando a ser parte de Federación Agraria Argentina y seguir trabajando en otros espacios, creo que unidos podemos lograrlo, pero nuestro sector muchas veces peca de individualista y egoísta. Creo que hay valores que debemos volver a inculcar en nuestros hijos y jóvenes: respeto, humildad, compañerismo, unidad, dignidad, ética.

¿Tus padres formaban parte de alguna organización?

Mi papá participó del Centro Juvenil Agrario de la Federación Agraria Argentina. Luego se dedicó a la política en 1988 hasta su fallecimiento. Siempre nos enseñó a ser solidarias, a trabajar por el bien común y no el personal, el bienestar de todos es el de uno mismo.

¿Y tu marido e hijos?

Mi marido participa de la Filial y del Consorcio Caminero. Muchas veces no puede participar, ya que al no estar yo en casa, es él quien se debe hacer cargo de llevar adelante la misma por unos días. Mis hijos no participan, solo si se lo pido me acompañan pero no les gusta mucho, ya que dicen que siempre aparecen los vivos que se acomodan en puestos rentados y los demás posponen familia, descansos, ponen recursos económicos para los viajes y las representaciones y nunca son valorados.

¿Participaste de capacitaciones o encuentros internacionales?

Sí, destacaría el “Encuentro Subregional de mujeres rurales, soberanía, seguridad alimentaria y futuro sostenible” en Quito (Ecuador), un evento organizado por el Ministerio de Agricultura, la FAO y el Consejo Nacional para la Igualdad de Género donde fui exponente sobre “el rol de la mujer en la agricultura familiar”. Fue una experiencia maravillosa para visibilizar a todas las mujeres de Latinoamérica que tenemos y sufrimos la misma problemática. Recuerdo también una capacitación para líderes agropecuarios organizada por FAO y la Facultad de Soberanía Alimentaria de La Plata – Pipinas Buenos Aires y Roque Saenz Peña Chaco.

Participé como exponente en la reunión sobre Mujeres en el Año de la Agricultura Familiar (Chile, 2014). En esta actividad organizada por la FAO, se redactó el primer documento con las necesidades de las mujeres de Latinoamérica, que fue presentado en la 33ª Conferencia Regional de la FAO para América Latina y el Caribe (LARC) en Santiago de Chile de mayo de 2014. Otros encuentros son el Foro Rural Campesino del FIDA en Roma en 2016, varias ediciones de la REAF (Paraguay, Brasilia o Argentina); el Congreso de la Federación Agraria Argentina de Rosario desde 2009 hasta 2015; la Asamblea Comité Internacional de Planificación para la Soberanía Alimentaria de Gujarat (India, 2015); la Marcha de Las Margaritas de Brasilia (Brasil, 2015); la construcción de Agenda por el Cambio Climático de 2015 en Guatemala con el proyecto Crece; la Conferencia de Mujeres Rurales (Brasilia,2014); Mujeres Rurales Invisibles en País Vasco en 2014…

¿Con qué obstáculos se encuentran las mujeres en su actividad productiva?

En mi caso no tengo obstáculos en mi actividad productiva; no tengo problema para realizar compras a proveedores ni a la hora de vender o tomar decisiones. Siempre he dejado muy claro que mi palabra vale igual que la de mi esposo y tengo su apoyo para que esto así sea, pero muchas mujeres no corren con la misma suerte y siempre deben tener el aval del hombre para que tomen en cuenta su opinión o decisión.

En mi organización local tengo el respeto absoluto de mi gente, tanto en el trabajo como en las gestiones. A pesar de ser la única mujer hemos armado un equipo muy sólido, aunque a veces delegan en mí más de lo necesario.

A nivel nacional la participación cambia, se siente más la presencia y la supremacía del hombre. El ámbito en el que nos movemos es más machista y se nota la ausencia de mujeres. Actualmente somos muy pocas mujeres. Solo 6 son directoras, de las cuales solo una es titular; las demás somos suplentes, con lo cual solo tenemos voz si los directores titulares lo permiten. No tenemos voto en las decisiones del Consejo Directivo Central.

Con la Reforma del Estatuto de la Entidad se ha conseguido crear la Secretaría de Igualdad de Género y Oportunidades y Derechos Humanos, la cual está a cargo de Marta Aicardi.

¿Qué cosas podría hacer el estado para mejorar tu trabajo y tu calidad de vida?

Reglamentar la Ley de Agricultura Familiar para que todos hombres y mujeres puedan tener la oportunidad de quedarse en su tierra. Hace años que el estado no invierte en caminos. Hoy en día, en muchas provincias es imposible sacar la producción por falta de caminos y canales que ayuden a las zonas inundables que se recuperen lo antes posible; se necesita ayudar a las escuelas rurales con equipamientos y refacciones para que los niños que viven en el campo puedan ser escolarizados.

Para las mujeres es muy difícil acceder a los créditos, ya que nuestro patrimonio es heredado y no cuenta como garantía para los bancos porque en su mayoría están en condominios con madres, hermanas, tías o primas. Necesitamos que nos ayuden a realizar pequeños proyectos de microemprendimiento para mujeres; la asistencia por medio del INTA o grupos de ingenieros que ayuden en el comienzo de los proyectos y al mismo tiempo, den capacitación a las personas que lo requieran; promover escuelas técnicas en pueblos donde la producción es netamente agropecuaria. Nuestros pueblos viven en su totalidad de la producción del campo, es por ello que necesitamos capacitar a nuestros hijos para que continúen y tengan oportunidades, incentivando el arraigo de los jóvenes y no la migración de nuestros hijos a las grandes ciudades donde seguramente todo les será muy difícil.

¿Te gustaría compartir alguna experiencia o reflexión?

Todo el sacrificio que se hace desde la ruralidad para que la familia pueda vivir dignamente y no ser un productor de subsistencia, empezando por la educación de los hijos. Varios kilómetros son los que se recorren para darles las mismas oportunidades que a un niño de la zona urbana, para que sepan elegir llegado el momento. La continuidad familiar es la que nos hace adentrarnos en un trabajo duro pero que amamos. Desde que nacemos aprendemos a relacionarnos con ese mundo maravilloso y complejo que es el campo; solo las que hemos sentido el olor de alfalfa recién cortada, la lluvia o el tambo lo sabemos. Son los olores que marcan nuestras vidas, es por eso que necesitamos que nuestra actividad sea visibilizada, necesitamos reivindicar nuestro trabajo y que sea valorado como tal.

Aun así cuesta mucho el afianzamiento al acceso de las mismas oportunidades. Por ejemplo a la hora de organizar reuniones de mujeres, el alojamiento y gastos ocasionados deben ser regulados por no considerarse prioritarios. Es así como debemos insistir para poder acceder a lugares que en teoría parecería ser “cosa de hombres” y de esa manera se van ganando espacios que luego son bien valorados, gracias a los resultados obtenidos y el protagonismo que asumimos, visibilizados por la sociedad. Las actividades de las mujeres quedan relegadas a la última parte del diario institucional, a veces no se publican los informes de las actividades que realizamos y no tenemos la misma remuneración laboral que los hombres.

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