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Politico

Por: Pedro Aguer para Mundo Rural

El político no es bueno ni malo. Se es o no se es político. Hay buenas o malas personas que se identifican con la tarea de la política. El político no tiene derecho a ser mala persona porque en algún momento puede llegar a depender de él la suerte de la sociedad en su conjunto, nada menos. Y mientras tanto se ocupará de problemas que de algún modo la aquejan.

No podemos hacer un político bueno o malo. Ya está hecho. De nosotros depende que el poder esté en manos de una buena o de una mala persona.

El político es lo que es, no se lo mejora ni empeora. Se le da o no la posibilidad de actuar con mayor o menor responsabilidad.

El gobierno depende de nuestro voto.

Los problemas de la sociedad son problemas políticos.

“Política de Estado”, se dice cuando se quiere priorizar un asunto, pero es política de Estado todo lo que concierne resolver al Estado y a la sociedad. Todo.

Los vicios de la política son diversos y muchos. Los peores son el nepotismo, el amiguismo, los privilegios, el autoritarismo, la soberbia. Es decir lo que daña a la comunidad, como resultado de la conducta de los funcionarios políticos. Pues de estos depende la toma de decisiones.

Y estos, en vez de escuchar al pueblo, analizar las necesidades y actuar en consecuencia, hacen todo lo contrario, actúan en beneficio propio o de aquéllos que le son funcionales a sus propósitos personales.

Así es como se postergan los intereses generales.

El gran problema surge cuando se recurre a los oficios de personajes a los que se les reconocen capacidades inherentes a la habilidad, a la audacia, a la falsa generosidad. Lo que tiene su explicación en que las alternativas contrarias no son debidamente planteadas o no son militadas con la suficiente claridad, o no están respaldadas éticamente por quienes las transmiten o ejecutan.

Así nace la desconfianza.

Se reconoce como político al que considera que el fin justifica los medios y da respuestas inmediatas a problemas que requieren un tratamiento meticuloso, prolijo.

Así es como suceden las coimas.

Se acepta que un político robe mientras comparta o mientras “hace”, así como se justifica ligeramente a quienes con esas actitudes logran ocultar las verdaderas soluciones o demorarlas indebidamente, mientras dure la gestión irregular. Así es como se evita la transparencia a través de licitaciones públicas reemplazadas por compras directas, sin concurso de precios, arguyendo urgencias que no son tales.
Esto es lo que da pie al negocio de la pobreza.

No son políticos los que abusan del poder ejerciendo influencias a favor de determinadas personas o de grupos de personas, empresas o consorcios, o sectores, lo que deja insatisfechas necesidades acuciantes de las mayorías populares… Lo que sucede por falta de información o asesoramientos adecuados a la realidad.

Democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, afirmaba Abran Lincoln. Definición que hemos dejado de repetir y difundir por la exactitud de su contenido. O tal vez por la ausencia del espíritu revolucionario que está ligado a su contenido, el que suele desvanecerse en las borracheras del poder.

El que subordina la política a las demás ciencias o a grupos vinculados al poder económico supranacional es mala persona.

La tecnología y las ciencias deben ser motivo de la política y subordinarse a las necesidades vitales del conjunto comunitario. El buen político es el que se pone al frente de esta forma de manejar la cosa pública.

El político no tiene que saber todo de todo, pero recurrir a quienes sean idóneos en la tarea correspondiente.
La humildad es el mejor de los caminos que puede recorrer un político.

Así llegará siempre a buen puerto. Que es para lo que se lo vota.

Un político es el que al llegar al lugar de su desempeño es capaz de reunir las mejores voluntades para realizar la gestión que se le ha encomendado.

El que se olvida de servir, pretendiendo que se lo sirva es una mala persona.

La función es interpretar y coordinar, motivar, conducir, acompañar con generosidad, administrar austeramente. Quienes así actúan no mandan, gobiernan.

El político es el que nunca deja de aprender como servir a su pueblo en totalidad, superando todas las parcialidades.

Político es el que sabe escuchar, el que busca consenso, el que convoca para la concordia a la ciudadanía, sin discriminaciones mezquinas, partidarias, ni de ningún tipo. El que con responsabilidad asume la toma de decisiones, pensando en que no es dueño de la verdad, inspirando confianza en sus conciudadanos.
El que toma la libertad de los demás como si fuese la propia. El que es fiel a los principios republicanos, respetando los derechos humanos y adopta a la equidad como sustento de la justicia, es decir “ningún derecho sin deberes, ningún deber sin derechos” y a cada cual lo que le corresponde. El que se compromete con su pueblo para que éste viva dignamente, con vivienda, trabajo, salud y educación públicas, con seguridad plena. El que no permite ni pretende someter voluntades con la patología social del clientelismo, ni ejercer liderazgo de iluminado. El que asume la verdad pitagórica: “Si educas al niño evitarás castigar al hombre”.

Político es el que lucha para que la tierra sea del que la trabaja, que el deporte responda a la premisa “mente sana en cuerpo sano”, y que nadie sea más que nadie.

El que lucha para que la felicidad sea el objetivo común en la realización colectiva de la solidaridad.

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