El bosque espinal está conformado por bosques abiertos y una flora caracterizada por espinas, las cuales permiten una mejor adaptación al ambiente árido de la zona. Las especies forestales típicas son el ñandubay, el espinillo y el chañar. Una buena parte de la superficie del espinal se localiza en tierras de alto desarrollo agrícola y urbano. Es por esto que, la ecorregión experimentó un intenso proceso de transformación.
“El ñandubay (Neltuma affinis) es una especie arbórea sumamente importante para las comunidades locales por sus propiedades medicinales y químicas (colorantes, curtientes) y su importancia como especie melífera”, explicó María Cristina Soldati, investigadora del Instituto de Recursos Biológicos (IRB) del INTA. Y agregó: “Sus frutos (vainas) de alto valor nutritivo y palatabilidad son utilizados como forraje y alimento para humanos y su madera es utilizada en numerosas aplicaciones, determinando el uso de la especie en sistemas silvopastoriles y agroforestales”.
Si bien se distribuye en el norte y centro de nuestro país, y se la encuentra en Uruguay, Paraguay y Brasil, es una especie típica en el bosque del espinal de Entre Ríos. Allí, el proceso de deforestación está vinculado a un aprovechamiento forestal selectivo e intensivo y a la creciente conversión de hábitats naturales para el desarrollo agropecuario. “Esto lleva a procesos de pérdida de la biodiversidad, con fuerte impacto en la variabilidad genética de las especies”, indicó Soldati.
De acuerdo con la investigadora con el objetivo de evaluar el efecto de la fragmentación del paisaje sobre N. affinis a lo largo del tiempo “se evaluaron genéticamente dos generaciones de la especie (adultos y renovales) en fragmentos de bosque nativo distribuidos dentro de un gradiente de intensificación agrícola en el centro-oeste de la provincia de Entre Ríos”.
Para el análisis se utilizaron marcadores genéticos de dos tipos. En todos los parches de monte analizados observamos la misma tendencia en los valores de diversidad genética: los renovales presentan menos diversidad genética que los adultos. Acompaña esta tendencia la distribución de grupos genéticos, que es diferencial, conforme las generaciones evaluadas. “Nuestros resultados manifiestan una disminución clara de la variabilidad genética en los individuos más jóvenes, lo que posiblemente esté asociado a la creciente conversión de hábitats naturales para el desarrollo agropecuario que ocurre en el espinal entrerriano”, especificó la investigadora del IRB.
De acuerdo con Soldati, existen diferentes estrategias para estudiar la variabilidad genética de las especies. “Para este trabajo en particular, lo que hicimos fue utilizar dos tipos de marcadores moleculares neutros”, explicó. A partir de los datos que obtuvieron in vitro, derivados de esos marcadores, generaron matrices básicas de datos que luego ingresamos a distintos programas bioinformáticos. Así obtuvieron una serie de parámetros descriptivos de la diversidad y estructura genética de la especie, los cuales analizamos para hacer las recomendaciones.
“El espinal como ecorregión enfrenta principalmente cuatro amenazas: el desmonte, la tala sin control, la carga ganadera excesiva y la invasión de especies exóticas, tanto de flora como de fauna”, especificó Soldati. En ese sentido, indicó que “todas estas amenazas afectan en mayor o menor medida al ñandubay, pero lo que evaluamos en este trabajo principalmente fue como el cambio en el paisaje -dado por el avance de la frontera agropecuaria y por la tala- impacta sobre la diversidad genética de la especie a lo largo del tiempo”. La investigadora comentó que pudieron comprobar que “existe una disminución muy clara de la variabilidad genética en los individuos más jóvenes y esto posiblemente esté asociado a la conversión de los hábitats naturales para el desarrollo agropecuario”.
La pérdida de variabilidad genética y los niveles de estructuración genética observados en Neltuma affinis, como resultado de la antropización del hábitat, podrían limitar la capacidad de la especie para adaptarse a las condiciones ambientales futuras -nuevas prácticas de uso de la tierra, cambio climático-, comprometiendo su uso potencial, manejo y conservación. En esa línea, desde el INTA recomiendan establecer estrategias de conservación in situ y ex situ, para garantizar el mantenimiento del pool génico remanente. Por ejemplo, la creación de nuevas áreas protegidas, a fines de controlar en cierta medida el efecto causado por la transformación del bosque.
El trabajo fue realizado por María Cristina Soldati (IRB), Matías Morales (IRB-CONICET), Noga Zelener (CIRN) y Gregorio Gavier (IFRGV).
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