Dios en la Tierra

Evangelio del día

Jueves de la primera semana de Adviento. El santoral recuerda a San Ambrosio de Milán. Evangelio según San Mateo 7,21.24-27.

Jesús dijo a sus discípulos:

“No son los que me dicen: ‘Señor, Señor’, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca.

Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca.

Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena.

Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande”.

Amén y ¡ adelante !

Hoy es la fiesta de San Ambrosio, Doctor de la Iglesia y mentor de San Agustín

Hoy la Iglesia Universal celebra a San Ambrosio, un destacado orador y uno de los más ilustres Padres y Doctores de la Iglesia Latina junto a San Agustín, San Juan Crisóstomo y San Atanasio.

El aporte de San Ambrosio a la Iglesia está lleno de obras de carácter ascético, moral, dogmático y exegético.

Entre sus escritos se encuentran los comentarios a los Salmos y Tratados sobre Los Misterios y otros “de los Sacramentos” que son catequesis del Bautismo, la Confirmación, la Eucaristía y la Penitencia dedicadas a los recién bautizados.

El nombre del santo significa “inmortal” y vivió entre los años 340 y 397. Fue Obispo de Milán en Italia y mentor de San Agustín, también Doctor de la Iglesia y Obispo de Hipona.

Probablemente nació en 340, en Tréveris, Arles, o Lyon. Cuando apenas tenía 30 años fue nombrado gobernador de todo el norte de Italia, con residencia en Milán, y posteriormente, fue elegido Obispo de esta ciudad por clamor popular.

San Ambrosio se negó a aceptar el cargo pues no era sacerdote, pero el emperador mandó un decreto señalando que el santo debía aceptar el cargo. Desde entonces se dedicó por horas y días a estudiar las Sagradas Escrituras hasta llegar a comprenderla maravillosamente.

San Ambrosio componía hermosos cantos y los enseñaba al pueblo; además, escribió muy bellos libros explicando la Biblia y aconsejando métodos prácticos para progresar en la santidad.

Especialmente famoso se hizo un tratado que compuso acerca de la virginidad y la pureza. Además de su sabiduría para escribir, tenía el don de la diplomacia, por lo que fue llamado muchas veces por el alto gobierno como embajador del país para obtener tratados de paz cuando se suscitaba algún conflicto.

San Ambrosio falleció el Viernes Santo del año 397 a la edad de 57 años.

El 27 de abril del 2004, después de 16 siglos de permanecer separados y solo por unos días, los restos de San Agustín de Hipona y San Ambrosio fueron reunidos en Milán, en una ceremonia que congregó a cientos de feligreses en el atrio de la Catedral.

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