Ganaderia Opinión

Exportaciones carne 2021: Distintas miradas de una misma foto final

Análisis semanal realizado por María Julia Aiassa, Analista de ROSGAN.

La mayoría de las veces intentar mirar el vaso “medio lleno” permite rescatar una lectura positiva de una situación compleja que debemos inevitablemente afrontar. Sin embargo, cuando intencionalmente sólo se dirige la mirada a esa mitad del vaso como recurso para evitar poner luz sobre sobre los errores cometidos, otra es la historia. Días atrás se conocieron los datos de exportación de carne vacuna, correspondientes al mes de diciembre que permiten arribar a la foto final del ciclo 2021.

De acuerdo a las cifras informadas por el INDEC, el volumen total de exportaciones de carne vacuna registradas de enero a diciembre del año pasado ascendió a 805 mil toneladas -en su equivalente peso carcasa- esto es, más de un 10% inferior a las 900 mil toneladas exportadas durante estos mismos doce meses de 2020.


Es cierto que, si ampliamos el análisis a los últimos 10 años, el volumen exportado en 2021 es el tercer volumen más elevado, luego de 2020 y de 2019. Incluso, si lo analizamos en términos de ingresos generados, el 2021 se posiciona como el segundo mejor año de la serie, con cerca de USD 2.800 millones facturados, dado el excelente contexto que se configuró el año pasado en materia de valores internacionales para la carne. Pero ver el vaso “medio lleno” sin preguntarnos el porqué de no haber logrado llenar la otra mitad, no es optimismo sino “negacionismo”. En uno de los últimos informes del Rosgan hacíamos el cálculo, aun parcial, del ingreso de divisas que Argentina potencialmente habría dejado de percibir como consecuencia de las políticas implementadas a partir de mediados de mayo. Tal como mencionábamos, hasta entonces, Argentina venía tomando provecho de una excelente oportunidad que le presentaba el mercado mundial, creciendo a tasas cercanas al 14% interanual. De no haber sido por estas medidas disruptivas, hoy podríamos estar viendo como foto final exportaciones anuales superiores al millón de toneladas, es decir, al menos un 20% más del volumen que, efectivamente, pudo ser embarcado. En valor, esto significa como mínimo una pérdida de unos 1.000 millones de dólares no sólo para el sector sino para el país en su conjunto.

Este año muy probablemente terminemos repitiendo similares volúmenes de exportaciones a los registrados en 2021. Esta visión se apoya básicamente en dos argumentos. Por un lado, desde los fundamentos de oferta, claramente hemos ingresado en una fase de
escasez o relativa restricción, producto del efecto acumulativo de bajos niveles de eficiencia reproductiva, excesiva extracción de hacienda en los últimos años y ahora también por efecto de la actual seca. Esto genera todo un desafío de reconstrucción hacia los próximos años, si queremos lograr un crecimiento verdaderamente sostenible. Por tanto, es muy factible que, por los próximos dos a tres años debamos
administrar una producción limitada, sin crecimiento en la faena, e incluso con posibles bajas temporales en la producción resultante, si lo que se desea es mutar a sistemas de engorde y terminación de animales más pesados.

El otro de los argumentos, esencialmente del plano político, desde donde -voluntad mediante- existiría la posibilidad de cambiar muy rápidamente al menos algunas de las condiciones que frenan ese crecimiento, es que poco ha cambiado. Desde aquel esquema de cupos reinventado en 2021, pasamos hoy a un sistema de autorización permanente, es decir, no hay un límite explícito para exportar, pero sí lo hay de manera tácita, puesto que, quien debe autorizar cada permiso de embarque solicitado, en efecto, tiene la facultad de aprobar o rechazar.

En definitiva, las exportaciones siguen estando limitadas, solo que no conocemos abiertamente cuál es ese límite, algo aún peor si lo medimos en términos de previsibilidad del negocio. Quizás ese límite ya ha sido sutilmente preanunciado cuando, a poco de asumir sus funciones, el actual ministro de Agricultura adelantó que el nuevo esquema de exportaciones debería procurar mantener un saldo exportable no superior al 24% de lo producido.

En efecto, si nos remitimos a las cifras reales -excluyendo el mes de mayo donde se produjo un adelantamiento inusual de embarques previo a la intervención- el porcentaje exportado que en los primeros meses rozaba promedios del 30%, rápidamente fue corregido mediante este esquema de cupos, al 24% objetivo.

Por tanto, si nos basamos en esta premisa, y sabiendo que el 2022 sería un año muy similar al 2021 en cuando a nivel de oferta ganadera, el total producido podría rondar nuevamente los 3 millones de toneladas de carne vacuna, por lo que no debería sorprendernos que el saldo exportable encuentre un límite en torno a las 720 mil toneladas.

Veremos si, entonces, la mirada seguirá siendo orientada sólo a esa mitad del “vaso lleno”, celebrando haber concretado -esta vez- el cuarto mejor año en materia de exportaciones, o comenzaremos a poner foco en cómo completar definitivamente esa otra mitad.

por María Julia Aiassa, Analista de ROSGAN

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