Dios en la Tierra

Hoy celebramos a Nuestra Señora de la Merced, la Virgen de la Misericordia

24 Septiembre. Jueves de la vigésimoquinta semana del Tiempo Ordinario. El santoral recuerda a San Pacífico y a San Gerard Venecia.

Libro de Eclesiastés 1,2-11.

¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad!
¿Qué provecho saca el hombre de todo el esfuerzo que realiza bajo el sol?
Una generación se va y la otra viene, y la tierra siempre permanece.
El sol sale y se pone, y se dirige afanosamente hacia el lugar de donde saldrá otra vez.
El viento va hacia el sur y gira hacia el norte; va dando vueltas y vueltas, y retorna sobre su curso.
Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; al mismo lugar donde van los ríos, allí vuelven a ir.
Todas las cosas están gastadas, más de lo que se puede expresar. ¿No se sacia el ojo de ver y el oído no se cansa de escuchar?
Lo que fue, eso mismo será; lo que se hizo, eso mismo se hará: ¡no hay nada nuevo bajo el sol!
Si hay algo de lo que dicen: “Mira, esto sí que es algo nuevo”, en realidad, eso mismo ya existió muchísimo antes que nosotros.
No queda el recuerdo de las cosas pasadas, ni quedará el recuerdo de las futuras en aquellos que vendrán después.

Salmo 90(89),3-4.5-6.12-13.14.17.

Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,
con sólo decirles: “Vuelvan, seres humanos”.
Porque mil años son ante tus ojos
como el día de ayer, que ya pasó,
como una vigilia de la noche.

Tú los arrebatas, y son como un sueño,
como la hierba que brota de mañana:
por la mañana brota y florece,
y por la tarde se seca y se marchita.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que nuestro corazón alcance la sabiduría.
¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo…?
Ten compasión de tus servidores.

Sácianos en seguida con tu amor,
y cantaremos felices toda nuestra vida.
Que descienda hasta nosotros
la bondad del Señor;
que el Señor, nuestro Dios,

haga prosperar la obra de nuestras manos.

Evangelio según San Lucas 9,7-9.

El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que pasaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: “Es Juan, que ha resucitado”.
Otros decían: “Es Elías, que se ha aparecido”, y otros: “Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado”.
Pero Herodes decía: “A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es este del que oigo decir semejantes cosas?”. Y trataba de verlo.

Hoy celebramos a Nuestra Señora de la Merced, la Virgen de la Misericordia

Cada 24 de septiembre se celebra a la Virgen de la Merced. El nombre de esta advocación mariana alude a la misericordia de Dios con sus hijos, que nos ha dejado en la persona de la Virgen María una auténtica madre, un canal de gracia y una cabal intercesora. “Merced” significa “misericordia”, “dádiva”, “gracia”, y también “perdón”. Los orígenes de esta advocación se remontan al siglo XIII, cuando la Virgen se le apareció a San Pedro Nolasco para animarlo en la tarea de liberar a los cristianos cautivos de los musulmanes.

Era muy común, por aquel tiempo, que los “moros” saqueen los pueblos costeros del Mediterráneo para llevarse prisioneros en calidad de “esclavos”. Generalmente, los cautivos eran cristianos a los que se les trasladaba a África. Estos eran siempre sometidos a trabajos forzosos, prisión, maltratos y abandono. Sometidos a esta horrenda condición, muchos perdían la fe creyendo que Dios los había abandonado.

Pedro Nolasco, un comerciante nacido en Aquitania, hoy Francia, y establecido en Barcelona, España, al ver esta situación, empezó a usar su propio patrimonio para liberar a los cristianos cautivos. Nolasco “compraba” esclavos o los intercambiaba por mercancías. Cuando se quedó sin recursos, formó grupos de ayuda y asistencia para pedir limosna, y así financiar expediciones para negociar la “redención” de prisioneros. Lamentablemente, los recursos conseguidos también se hicieron insuficientes.

De esta manera, Nolasco se descubre impotente para lograr su cometido y pide a Dios intensamente que le provea la ayuda necesaria. En respuesta a sus ruegos, la Virgen se le aparece y le pide que funde una congregación para redimir cautivos. Nolasco le preguntó: “¡Oh Virgen María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia! ¿Quién podrá creer que tú me mandas?”. Y María respondió diciendo: “No dudes en nada, porque es voluntad de Dios que se funde una orden de ese tipo en honor mío; será una orden cuyos hermanos y profesos, a imitación de mi hijo, Jesucristo, estarán puestos para ruina y redención de muchos en Israel, es decir, entre los cristianos, y serán signo de contradicción para muchos”.

Entonces, San Pedro Nolasco, animado por la Virgen de la Merced, organiza junto con sus amigos el grupo inicial de lo que sería la “Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de los Cautivos”, más conocidos como Mercedarios. La fundación de la Orden data del 10 de agosto de 1218 en Barcelona, España. Luego, el Papa Gregorio IX dispuso nombrar a San Pedro Nolasco como Superior General.

Los Mercedarios, aparte de los votos de pobreza, castidad y obediencia, hacían un cuarto voto, en el que se comprometían a dedicar su vida a liberar esclavos, y, si fuese necesario, quedarse en lugar de algún cautivo en peligro de perder la fe, o por el que no hubiera dinero suficiente para lograr su liberación. Muchos de ellos entregaron la vida, acogiéndose a la “Merced” de Nuestra Madre.

Años más tarde, en 1265, la advocación a la “Virgen de la Merced” fue aprobada por la Santa Sede. Luego, en 1696, el Papa Inocencio XII fijó el día 24 de septiembre como la fecha en la que se debe celebrar su fiesta. La Orden de los Mercedarios se ha encargado de difundir la devoción a Nuestra Madre bajo dicha advocación, extendiéndose por todo el mundo a lo largo de los siglos. Es sabido que, cuando los frailes mercedarios llegaron a América, introdujeron esta hermosa devoción. Por eso hoy, la Virgen de la Merced (o, de las Mercedes) es celebrada por los devotos de República Dominicana, Perú, Ecuador, Argentina y muchos otros países del continente.

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