Dios en la Tierra

Hoy celebramos a San José Pignatelli, restaurador de los Jesuitas

4 de noviembre de 2021. XXXIII Domingo durante el Año. Reflexión del Padre Alfredo Nicola.

Libro de Daniel 12, 1 – 3.

En aquel tiempo, se alzará Miguel, el gran Príncipe, que está de pie junto a los hijos de tu pueblo. Será un tiempo de tribulación, como no lo hubo jamás, desde que existe una nación hasta el tiempo presente. En aquel tiempo, será liberado tu pueblo: todo el que se encuentre inscrito en el Libro.
Y muchos de los que duermen en el suelo polvoriento se despertarán, unos para la vida eterna, y otros para la ignominia, para el horror eterno.
Los hombres prudentes resplandecerán como el resplandor del firmamento, y los que hayan enseñado a muchos la justicia brillarán como las estrellas, por los siglos de los siglos.

Salmo 16 (15)

El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡tú decides mi suerte!
Tengo siempre presente al Señor:
él está a mi lado, nunca vacilaré.

Por eso mi corazón se alegra,
se regocijan mis entrañas
y todo mi ser descansa seguro:
porque no me entregarás a la Muerte

ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.
Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna a tu derecha.

Carta a los Hebreos 10, 11 – 14. 18.

Hermanos:
Los sacerdotes del culto antiguo se presentan diariamente para cumplir su ministerio y ofrecer muchas veces los mismos sacrificios, que son totalmente ineficaces para quitar el pecado.
Cristo, en cambio, después de haber ofrecido por los pecados un único Sacrificio, se sentó para siempre a la derecha de Dios, donde espera que sus enemigos sean puestos debajo de sus pies.
Y así, mediante una sola oblación, él ha perfeccionado para siempre a los que santifica.
Y si los pecados están perdonados, ya no hay necesidad de ofrecer por ellos ninguna oblación.

Evangelio según san Marcos 13, 24 – 32.

En ese tiempo, después de esta tribulación, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán.
Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria.
Y él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte.
Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano.
Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta.
Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios

Propósitos

Tenemos que vivir cada día con intensidad de cielo. Como si fuera el último. ¿Qué significa ser prudente, día a día? Pensar antes de actuar. ¡A ejercitar la paciencia y a invertir en uno mismo!
¡Amén y adelante!
¡Buena semana!

P. Alfredo Nicola
(Argentina)

Hoy el santoral recuerda a San José Pignatelli, restaurador de los Jesuitas

José María Pignatelli fue un jesuita español nacido en Zaragoza (España), en 1737. De familia procedente de Italia, era hijo de Antonio Pignatelli de Aragón, príncipe del Sacro Imperio Romano Germánico. Ingresó a la Compañía de Jesús y se dedicó inicialmente a la enseñanza del catecismo a los niños y a los presos. En 1767, se produjo la expulsión de los Jesuitas de España y sus territorios, por mandato del rey Carlos III. Al Padre José Pignatelli y a su hermano -también jesuita- se les ofreció poder quedarse en territorio español con la condición de que renuncien a la Orden. Los hermanos no aceptaron tal propuesta y prefirieron el destierro, por lo que fueron expulsados a la isla de Córcega.

Allí permanecieron por un tiempo, hasta que las fuerzas militares francesas invadieron la isla, y ambos fueron nuevamente expulsados. En 1773, el Papa Clemente XIV, por presión de la corona española y sus aliados europeos, emitió un decreto suprimiendo a la Compañía de Jesús. Como consecuencia, aproximadamente 23 mil jesuitas fueron obligados a abandonar sus respectivos conventos y monasterios. San José Pignatelli, junto con sus compañeros, acataron la orden pontificia y durante los siguientes 20 años tuvieron que vivir en la clandestinidad.

Posteriormente, el Santo, con permiso del Papa Pío VI, se afilió a los jesuitas en Rusia y con la ayuda de estos empezó a reorganizar la Compañía en Italia. José María, mientras tanto, continuaba convocando nuevas vocaciones, las que enviaba a Rusia para su formación y preparación. Entonces, el Superior Provincial jesuita en Rusia lo nombró Provincial en Italia, con la aprobación del Papa Pío VII. Así, la comunidad empezaba a renacer, aunque fuera a paso lento y en secreto. El Santo oraba y trabajaba sin descanso para conseguir que la Compañía de Jesús volviera a fortalecerse. En 1804, los esfuerzos de San José María Pignatelli dieron fruto: el reino de Nápoles aceptó el regreso de los jesuitas expulsados.

No pasó demasiado tiempo después cuando, con la generosa ayuda de muchísimas familias europeas, Pignatelli logró reabrir varios conventos jesuitas en Roma, Palermo, Orvieto y Cerdeña. En 1811, a pocos meses de conseguir la aprobación pontificia para el restablecimiento de la Compañía de Jesús, el Padre José falleció. El 7 de agosto de 1814, el Papa Pío XI decretó la restitución de la Compañía de Jesús en el mundo entero.

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