Dios en la Tierra

Hoy el santoral recuerda a Santa Bárbara y San Juan Damasceno

04 Diciembre. Sábado de la primera semana de Adviento. El santoral recuerda a San Juan Damasceno y a Santa Bárbara. Evangelio de hoy.

Libro de Isaías 30,19-21.23-26.

Así habla el Señor:
Sí, pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, ya no tendrás que llorar: él se apiadará de ti al oír tu clamor; apenas te escuche, te responderá.
Cuando el Señor les haya dado el pan de la angustia y el agua de la aflicción, aquel que te instruye no se ocultará más, sino que verás a tu maestro con tus propios ojos.
Tus oídos escucharán detrás de ti una palabra: “Este es el camino, síganlo, aunque se hayan desviado a la derecha o a la izquierda”.
El Señor te dará lluvia para la semilla que siembres en el suelo, y el pan que produzca el terreno será rico y sustancioso. Aquel día, tu ganado pacerá en extensas praderas.
Los bueyes y los asnos que trabajen el suelo comerán forraje bien sazonado, aventado con el bieldo y la horquilla.
En todo monte elevado y en toda colina alta, habrá arroyos y corrientes de agua, el día de la gran masacre, cuando se derrumben las torres.
Entonces, la luz de la luna será como la luz del sol, y la luz del sol será siete veces más intensa -como la luz de siete días- el día en que el Señor vende la herida de su pueblo y sane las llagas de los golpes que le infligió.

Salmo 147(146),1-2.3-4.5-6.

¡Qué bueno es cantar a nuestro Dios,
qué agradable y merecida es su alabanza!
El Señor reconstruye a Jerusalén
y congrega a los dispersos de Israel.

Sana a los que están afligidos
y les venda las heridas.
Él cuenta el número de las estrellas
y llama a cada una por su nombre.

Nuestro Señor es grande y poderoso,
su inteligencia no tiene medida.
El Señor eleva a los oprimidos
y humilla a los malvados hasta el polvo.

Evangelio según San Mateo 9,35-38.10,1.6-8.

Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias.
Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos.
Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.”
Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia.
“Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.
Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.
Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.”

Hoy recordamos a Santa Bárbara, martirizada por su propio padre

Cada 4 de diciembre recordamos a Santa Bárbara, una joven conversa que vivió entre los siglos III y IV. Nació en Nicomedia, antigua provincia del Imperio Romano, ubicada en la actual Turquía.

Santa Bárbara, según una antigua tradición, fue puesta en cautiverio por su propio padre, un sátrapa (rey pagano) de nombre Dióscoro, con el propósito de apartarla de la influencia del mensaje cristiano. El rey, además, hizo que maestros de filosofía y poesía la visitaran en su celda periódicamente y así asegurarse de que rechace a Cristo.

Bárbara no solo no fue persuadida de ello sino que desobedeció la orden de casarse y se declaró cristiana, algo que el gobernante consideró como la peor de las afrentas. Entonces, lleno de furia, ordenó que la joven fuera martirizada. La santa fue atada al potro y flagelada. Como logró sobrevivir a los indecibles maltratos, el padre ordenó que fuesa presentada ante el juez, quien determinó la pena capital. El lugar escogido para la ejecución fue la cima de una montaña y el verdugo sería el propio Dióscoro. Ni bien este dio muerte a su hija, cortándole la cabeza, un rayo le cayó encima y lo fulminó.

Aunque no existen referencias históricas del todo sólidas sobre Santa Bárbara y los hechos que le acontecieron, su veneración se extendió por Europa, consolidándose en el siglo VII. Su culto fue aceptado y confirmado por el Papa San Pío V en 1568 y desde entonces aparece en la lista de los santos auxiliadores.

Iconografía y patronazgo

Se le representa cubierta con un manto rojo, al lado de un cáliz con la sangre de Cristo, portando una rama de olivo, una corona y una espada; todos símbolos del martirio.

La historia sobre la muerte de su padre causó, probablemente, que fuese tomada por protectora ante los peligros de las tormentas eléctricas y los incendios naturales. Luego, quizás por analogía, se le nombró patrona de los artilleros y los mineros.

Se pide la intercesión de la santa para no dejar de recibir la Confesión y la Eucaristía en la hora de la muerte.

Hoy celebramos a San Juan Damasceno, defensor de la veneración a las imágenes religiosas

Hoy, 4 de diciembre, la Iglesia celebra la memoria litúrgica de San Juan Damasceno, Doctor de la Iglesia y defensor de la veneración a las imágenes religiosas y de las reliquias de los santos. Al respecto escribió alguna vez: “Dado que ahora Dios ha sido visto en la carne y ha vivido entre los hombres, yo represento lo que es visible en Dios”, dando a entender la licitud de las representaciones que nos llevan a Dios, siempre que sean un medio y no un fin.

San Juan Damasceno nació en la ciudad de Damasco, capital de Siria -de allí el nombre ”damasceno”- y vivió entre el último cuarto del s. VII y la primera mitad del s. VIII. Creció en el seno de una familia cristiana muy poderosa, sin embargo, insatisfecho con la vida en torno a lo político, ingresó al monasterio de San Sabas, cerca de Jerusalén. Fue ordenado sacerdote y supo combinar el estilo de vida monacal -oración y ascesis- con la reflexión teológica y el trabajo pastoral, aportando muchísimo al desarrollo teológico y doctrinal.

Defensa contra la iconoclasia

Cuando el emperador de Constantinopla, León III el Isaurio, subió al poder, prohibió el culto a las imágenes. La razón de tal determinación provenía de los denominados “iconoclastas”, quienes acusaban a los católicos de idolatría y tenían gran influencia sobre el emperador.

Los iconoclastas sostenían -contra la doctrina cristiana- que el uso de imágenes equivale a superstición y que, por lo tanto, estaban obligados a destruirlas. Para conseguir su propósito, organizaron grupos para sacarlas de los templos y quemarlas, así como para perseguir a quienes las veneraban.

Por su parte, San Juan Damasceno defendió la veneración de imágenes en sus tres “Discursos contra los que calumnian las santas imágenes”. Allí escribe: “Yo no venero la materia, sino al creador de la materia, que se hizo materia por mí y se dignó habitar en la materia y realizar mi salvación a través de la materia (…) ¿No es materia el madero de la cruz tres veces bendita? (…) ¿Y no son materia la tinta y el libro santísimo de los Evangelios? ¿No es materia el altar salvífico que nos proporciona el pan de vida? (…) Y antes que nada, ¿no son materia la carne y la sangre de mi Señor?”.

San Juan Damasceno también defendió el culto a las reliquias de los santos: “ante todo (veneramos) a aquellos en quienes ha habitado Dios, el único santo, que mora en los santos, como la santa Madre de Dios y todos los santos (….) Estos son los que, en la medida de lo posible, se han hecho semejantes a Dios con su voluntad y por la inhabitación y la ayuda de Dios, son llamados realmente santos, no por naturaleza, sino por contingencia, como el hierro al rojo vivo es llamado fuego, no por naturaleza sino por contingencia y por participación del fuego. De hecho dice: ‘Seréis santos, porque yo soy santo’”.

Legado doctrinal

San Juan Damasceno murió a mediados del S. VIII. El Segundo Concilio de Nicea (787) respaldó las tesis que defendió señalando que las imágenes pueden ser expuestas y veneradas legítimamente porque el respeto que se les muestra va dirigido a la persona que representan. El Papa León XIII lo proclamó Doctor de la Iglesia Universal en 1890. Por su elevado conocimiento teológico hay quienes lo llaman “el Santo Tomás de Oriente”.

El Papa Emérito Benedicto XVI en el año 2009, recordó que Juan Damasceno fue “uno de los primeros en distinguir, en el culto público y privado de los cristianos, entre la adoración (latreia) y la veneración (proskynesis): la primera sólo puede dirigirse a Dios… la segunda, en cambio, puede utilizar una imagen para dirigirse a aquel que es representado en esa imagen. Obviamente, el santo no puede en ningún caso ser identificado con la materia de la que está compuesta la imagen. Esta distinción se reveló enseguida muy importante para responder de modo cristiano a aquellos que pretendían como universal y perenne la observancia de la severa prohibición del Antiguo Testamento de utilizar las imágenes en el culto”.

Fuente ACI

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