Dios en la Tierra

Hoy el santoral recuerda al Beato Charles de Foucauld

1° de diciembre. Miércoles de la primera semana de Adviento: Santo del día: Beato Carlos de Foucauld. Compartimos la 1ra lectura, Salmo y Evangelio de hoy.

Libro de Isaías 25,6-10a.

En aquel día:
El Señor de los ejércitos
ofrecerá a todos los pueblos sobre esta montaña
un banquete de manjares suculentos,
un banquete de vinos añejados,
de manjares suculentos, medulosos,
de vinos añejados, decantados.
El arrancará sobre esta montaña
el velo que cubre a todos los pueblos,
el paño tendido sobre todas las naciones.
Destruirá la Muerte para siempre;
el Señor enjugará las lágrimas
de todos los rostros,
y borrará sobre toda la tierra el oprobio de su pueblo,
porque lo ha dicho él, el Señor.
Y se dirá en aquel día:
“Ahí está nuestro Dios,
de quien esperábamos la salvación:
es el Señor, en quien nosotros esperábamos;
¡alegrémonos y regocijémonos de su salvación!”.
Porque la mano del Señor se posará sobre esta montaña.

Salmo 23(22),1-3a.3b-4.5.6.

El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas.

Me guía por el recto sendero,
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque Tú estás conmigo:

tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza

y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,

por muy largo tiempo.

Evangelio según San Mateo 15,29-37.

Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó.
Una gran multitud acudió a él, llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a sus pies y él los curó.
La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban curados, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel.
Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino”.
Los discípulos le dijeron: “¿Y dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente?”.
Jesús les dijo: “¿Cuántos panes tienen?”. Ellos respondieron: “Siete y unos pocos pescados”.
El ordenó a la multitud que se sentara en el suelo;
después, tomó los panes y los pescados, dio gracias, los partió y los dio a los discípulos. Y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que sobraron se llenaron siete canastas.

Hoy recordamos al Beato Charles de Foucauld, el aventurero que dejó todo por la oración

Hoy, 1 de diciembre, se celebra al Beato Charles de Foucauld (1858-1916), eremita y místico francés, inspirador de numerosos movimientos y corrientes espirituales contemporáneas, ejemplo de tenacidad en la búsqueda espiritual y de desprendimiento de las seguridades del mundo.

“La fe es incompatible con el orgullo, con la vanagloria, con el deseo de la estima de los hombres. Para creer, es necesario humillarse”, escribió alguna vez Foucauld, dejando en claro cuál era el norte de su existencia.

Charles buscó ante todo al Señor, y lo hizo en medio de un mundo que empezaba a construirse no solo sin Dios, sino contra Él. Prueba de ello fue su itinerario: perteneció a la nobleza francesa, se convirtió en militar, aventurero y, tras encontrarse con Dios, abandonó la vida disoluta y se convirtió en un auténtico místico de los tiempos modernos, en un verdadero hombre de Dios.

Charles de Foucauld nació en Estrasburgo, Francia, en el seno de una familia aristocrática, en 1858. A los seis años quedó huérfano, luego de que su madre muriera dando a luz y su padre muriera de tuberculosis al poco tiempo. Junto con su hermana, quedó a cargo de uno de sus abuelos. Se educó en los colegios jesuitas de Nancy, primero, y, luego, en el de París.

Ingresó al servicio militar en 1876, pero fue dado de baja por mala conducta unos años después, cuando se encontraba en Argelia. Sin embargo, volvió al ejército a causa de una revuelta en el país africano. Cuando todo acabó, renunció al ejército y en 1882 inició una expedición por Marruecos. Convertido en explorador, empezó a aprender árabe y hebreo. Durante su travesía se hizo pasar por judío, mientras se dedicaba a registrar el paisaje marroquí -tanto en su humanidad como en su geografía-. Recorrió inhóspitos lugares de Argelia y Túnez, y describió culturas y costumbres. Por este singular trabajo, Foucauld recibió la medalla de oro de la Sociedad Francesa de Geografía.

Un largo viaje interior

En 1886, Charles tuvo una experiencia profunda de conversión. Todo empezó cuando se percató de la entrega y el fervor con el que vivían su fe los musulmanes. En cambio, para él la religión siempre había estado en la periferia de sus intereses, y de plano le parecía repulsiva la idea de un Dios creador.

Con la ayuda de un sacerdote, el P. Huvelin, Charles empezó a conocer la verdadera esencia del cristianismo y a ver que su vida carecía de lo que más anhelaba. Abriendo su corazón al Señor, hizo una sincera confesión de vida y optó por una vida más austera. Foucauld empezó así a darse cuenta del sufrimiento de muchos, cosa que lo cuestionaba profundamente, mientras solo encontraba sentido y consuelo en la oración. Escandalizado ante los horrores de la esclavitud, que se seguía practicando sin restricción, empezó a sentir rechazo por las comodidades y sucedáneos que la sociedad ofrece. Por solidaridad con los que nada tenían, comenzó a dormir en el suelo y renunció a vivir con holgura.

Después de peregrinar a Tierra Santa con la intención de seguir los pasos de Jesús, Foucauld ingresó al monasterio Notre Dames-des-Neiges y se hizo monje trapense, tomando el nombre de Marie-Alberic. Fue enviado al Monasterio de Akbes en Siria y luego se instaló en Roma, donde empezó a estudiar. Sin embargo, optó por dejar la Trapa, ya que los pueblos del norte de África, con los que había vivido, estaban constantemente en sus pensamientos. Tiempo después, volvió como peregrino a Tierra Santa -donde permaneció unos años- para luego retornar a Francia. Tras retomar los estudios de teología, fue ordenado en 1901.

Una espiritualidad del desierto

Ya como sacerdote, se fue a vivir cerca de Marruecos con la intención de anunciar el Evangelio. Lo hizo con especial entrega entre los Tuaregs. Escribió varios libros sobre aquel pueblo y tradujo los Evangelios a su lengua. También incursionó en la lexicografía, escribiendo el primer diccionario tuareg-francés. Charles se estableció en el corazón del desierto del Sahara en Tamanrasset (Hoggar, Argelia), abrazando el estilo de vida eremita y la mística.

En 1909 fundó la Unión de Hermanos y Hermanas del Sagrado Corazón, teniendo en mente la evangelización de las colonias francesas de África. Sin embargo, nadie perseveró en el proyecto. Entonces, los bereberes, etnia del norte de África, se convirtieron en su nueva familia, en su nuevo mundo. Muchos de ellos reconocían en Charles a un verdadero amigo y gracias a él cambiaron mucho su visión de los franceses y los extranjeros.

Lamentablemente, el 1 de diciembre de 1916, el Beato Charles de Foucauld fue asesinado en la puerta de su ermita, de un disparo de fusil, en medio de un confuso incidente durante una de las tantas revueltas antifrancesas de los bereberes de Hoggar. “Creo necesario morir como mártir, despojado de todo, tendido en el suelo, desnudo, cubierto de heridas y de sangre, de forma violenta y con una muerte dolorosa”. Con estas duras palabras el Beato había prefigurado, sin saberlo, su cercano final.

Diez congregaciones religiosas y ocho asociaciones espirituales han sido inspiradas por su testimonio y carisma.

Charles de Foucauld fue beatificado por el Papa Benedicto XVI en 2005 y su memoria se celebra cada 1 de diciembre. Será canonizado el 15 de mayo de 2022.

Fuente ACI Prensa

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