Dios en la Tierra

Hoy es fiesta de Santa Faustina Kowalska, servidora de la Divina Misericordia

05 Octubre. Lunes de la vigesimoséptima semana del Tiempo Ordinario. El santoral recuerda a Santa María Teresa Kowalska y a San Lito de Orléans.

Carta de San Pablo a los Gálatas 1,6-12.

Hermanos:
Me sorprende que ustedes abandonen tan pronto al que los llamó por la gracia de Cristo, para seguir otro evangelio.
No es que haya otro, sino que hay gente que los está perturbando y quiere alterar el Evangelio de Cristo.
Pero si nosotros mismos o un ángel del cielo les anuncia un evangelio distinto del que les hemos anunciado, ¡que sea expulsado!
Ya se lo dijimos antes, y ahora les vuelvo a repetir: el que les predique un evangelio distinto del que ustedes han recibido, ¡que sea expulsado!
¿Acaso yo busco la aprobación de los hombres o la de Dios? ¿Piensan que quiero congraciarme con los hombres? Si quisiera quedar bien con los hombres, no sería servidor de Cristo.
Quiero que sepan, hermanos, que la Buena Noticia que les prediqué no es cosa de los hombres, porque
yo no la recibí ni aprendí de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo.

Salmo 111(110),1-2.7-8.9.10c.

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en la reunión y en la asamblea de los justos.
Grandes son las obras del Señor:
los que las aman desean comprenderlas.

Las obras de sus manos son verdad y justicia;
todos sus preceptos son indefectibles:
están afianzados para siempre
y establecidos con lealtad y rectitud.

Él envió la redención a su pueblo,
promulgó su alianza para siempre:
Su Nombre es santo y temible.
¡El Señor es digno de alabanza eternamente!

Evangelio según San Lucas 10,25-37.

Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?”.
Jesús le preguntó a su vez: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?”.
El le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo”.
“Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida”.
Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?”.
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto.
Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo.
También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino.
Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.
Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo.
Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: ‘Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver’.
¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?”.
“El que tuvo compasión de él”, le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: “Ve, y procede tú de la misma manera”.

Amén

Hoy es fiesta de Santa Faustina Kowalska, servidora de la Divina Misericordia

“A las almas que propagan la devoción a mi misericordia, las protejo durante su vida como una madre cariñosa a su niño recién nacido y a la hora de la muerte no seré para ellas el juez, sino el Salvador Misericordioso”, le dijo el Señor de la Divina Misericordia a su servidora, Santa Faustina Kowalska (1905-1938), cuya fiesta se celebra el 5 de octubre.

Santa Faustina nació en Lodz, Polonia, en 1905. Desde pequeña mostró una sensibilidad especial para la vida espiritual, que sus padres -piadosos y disciplinados- ayudaron a forjar. El día que recibió la Primera Comunión, Faustina estaba tan emocionada por el don recibido que expresó su gratitud besando las manos de sus progenitores, agradeciéndoles que la educaron en el amor a Cristo y pidiéndoles perdón por haberles ofendido.

Faustina era la tercera de ocho hermanos, así que aprendió rápido a ayudar en los quehaceres familiares. En casa, o estaba ayudando a su madre en la cocina o cuidaba de sus hermanos; en el establo, se ocupaba de ordeñar a las vacas. Asistió a la escuela, pero sólo pudo completar tres años de estudio porque la familia no tenía dinero suficiente y había que trabajar.

A los 15 años empezó a tener inquietudes por la vida religiosa. Sin embargo, sabía que no sería aceptada en un convento sin tener algo de dinero. Por eso, empezó a trabajar como empleada doméstica para ayudarse económicamente y, al mismo tiempo, seguir apoyando a su familia. Cuando le contó a sus padres que quería ser religiosa, ellos se opusieron. Eso la desanimó por un tiempo, hasta que un día mientras rezaba, sintió que Jesús le pedía dejarlo todo e ir a Varsovia para ingresar en algún convento.

Sin despedirse personalmente de sus padres, viajó a dicha ciudad solo con el vestido que llevaba puesto. Allí habló con un sacerdote, quien le consiguió hospedaje en casa de una familia amiga. Para sostenerse, tuvo que trabajar de nuevo como empleada doméstica. Aquél fue un tiempo de gran incertidumbre para ella, dado que ninguna casa de religiosas parecía poder acogerla.

Finalmente, fue recibida en la Casa Madre de la congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia. Pocas semanas después de haber sido aceptada, enfrentó la tentación de dejar el convento. Sin embargo, de esos días data una de sus primeras visiones. Vio que Jesús se le aparecía con el rostro destrozado y cubierto de llagas. Ella le preguntó: “Jesús, ¿quién te ha herido tanto?”. El Señor le contestó: “Este es el dolor que me causarías si te vas de este convento. Es aquí donde te he llamado y no a otro; y tengo preparadas para ti muchas gracias”.

Faustina entendió entonces lo que Dios quería de ella. No dejó el convento y empezó a enamorarse de la vida que allí encontraba. Así, pasaron el noviciado, la recepción del hábito y los primeros votos. Más adelante vendría la consagración a perpetuidad. Fueron años vividos con sencillez, con gran vocación de servicio. Faustina había pasado por distintos cargos u oficios: cocinera, jardinera y portera.

A esta sencilla mujer, recogida y piadosa, pero a la vez alegre y caritativa, Dios la tenía destinada para entablar una relación muy especial con Él. Jesús se le apareció en diversas ocasiones para mostrarle su amor misericordioso por la humanidad. De esas visiones místicas de Cristo proviene la imagen de la Divina Misericordia, en la que se ve a Jesús vestido de blanco, mostrando el corazón, desde el que emanan rayos de luz blancos y rojos. Se trata, pues, de la representación pictórica del Señor Jesús, tal y como Santa Faustina lo vio, a la que se añadió la expresión: “Jesús, en vos confío”, por pedido expreso del Señor.

Aún cuando Faustina había recibido gracias extraordinarias -los estigmas ocultos, el don de profecía y numerosas revelaciones particulares, como la Coronilla de la Divina Misericordia-, fue consciente de que los favores que de Dios recibía fueron siempre inmerecidos: “Ni las gracias ni las revelaciones, ni los éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hacen perfecta, sino la comunión interior del alma con Dios… Mi santidad y perfección consisten en una estrecha unión de mi voluntad con la voluntad de Dios”.

El 5 de octubre de 1938, después de un período de sufrimientos soportados virtuosamente, Faustina fue llamada a la Casa del Padre. En el año 2000, fue canonizada por su compatriota, San Juan Pablo II, quien estableció el segundo domingo de Pascua como el “Domingo de la Misericordia Divina” y el día de su muerte como su Fiesta.

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