Dios en la Tierra

Hoy es la fiesta de San Alberto Chmielowski, quien inspiró la vocación de San Juan Pablo II

17 de junio. Jueves de la undécima semana del Tiempo Ordinario.

Carta II de San Pablo a los Corintios 11,1-11.

¡Ojalá quisieran tolerar un poco de locura de mi parte! De hecho, ya me toleran.
Yo estoy celoso de ustedes con el celo de Dios, porque los he unido al único Esposo, Cristo, para presentarlos a él como una virgen pura.
Pero temo que, así como la serpiente, con su astucia, sedujo a Eva, también ustedes se dejen corromper interiormente, apartándose de la sinceridad debida a Cristo.
Si alguien viniera a predicarles otro Jesucristo, diferente del que nosotros hemos predicado, o si recibieran un Espíritu distinto del que han recibido, u otro Evangelio diverso del que han aceptado, ¡ciertamente lo tolerarían!
Yo pienso, sin embargo, que no soy inferior a esos que se consideran “apóstoles por excelencia”.
Porque, aunque no soy más que un profano en cuanto a la elocuencia, no lo soy en cuanto al conocimiento; y esto lo he demostrado en todo y delante de todos.
¿Acaso procedí mal al anunciarles gratuitamente la Buena Noticia de Dios, humillándome a mí mismo para elevarlos a ustedes?
Yo he despojado a otras Iglesias, aceptando su ayuda, para poder servirlos a ustedes.
Y cuando estaba entre ustedes, aunque me encontré necesitado, no fui gravoso para nadie, porque los hermanos que habían venido de Macedonia me proveyeron de lo que necesitaba. Siempre evité serles una carga, y así lo haré siempre.
Les aseguro por la verdad de Cristo que reside en mí, que yo no quiero perder este motivo de orgullo en la región de Acaya.
¿Será acaso porque no los amo? Dios lo sabe.

Salmo 111(110),1-2.3-4.7-8.

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en la reunión y en la asamblea de los justos.
Grandes son las obras del Señor:
los que las aman desean comprenderlas.

Su obra es esplendor y majestad,
su justicia permanece para siempre.
Él hizo portentos memorables,
el Señor es bondadoso y compasivo.

Las obras de sus manos son verdad y justicia;
todos sus preceptos son indefectibles:
están afianzados para siempre
y establecidos con lealtad y rectitud.

Evangelio según San Mateo 6,7-15.

Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.
No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.
No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.
Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.
Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.

Hoy es la fiesta de San Alberto Chmielowski, quien inspiró la vocación de San Juan Pablo II

San Alberto Chmielowski puede ser considerado uno de los santos más importantes de nuestro tiempo. Fue pintor de profesión y se hizo religioso para servir al Señor y a los hermanos. Pero ahí no quedó todo, quizás su mayor legado fue este: Alberto fue el hombre que inspiró la vocación de su más insigne compatriota, el Papa San Juan Pablo II.

San Alberto también fue el fundador de los hermanos y hermanas de la Tercera Orden de San Francisco, Servidores de los Pobres.

Alberto Chmielowski nació en un pequeño pueblo del reino de Polonia (en ese momento anexado al Imperio ruso), el 20 de agosto de 1845. De origen noble, creció en un clima en el que se mezclaron los ideales patrióticos y el amor a quienes sufrían abandono.

San Juan Pablo II, en la misa de canonización de San Alberto, le dedicó estas palabras: “A sus 17 años (1863), siendo estudiante de la escuela de agricultura, participó en la lucha insurreccional por librar a su patria del yugo extranjero, y en esa lucha sufrió la mutilación de una pierna. Buscó el significado de su vocación a través de la actividad artística, dejando obras que aún hoy impresionan por una particular capacidad expresiva”.

El mismo San Juan Pablo II recordaba también en aquella oportunidad cómo, unos años más tarde, en 1874, siendo Alberto ya un artista maduro, decidió dedicar “el arte, el talento y sus aspiraciones a la gloria de Dios”, dándole un giro a su vida; haciéndose siervo de Dios. Aquella transformación interior precipitó un cambio en su obra, pues comenzaron a predominar en su arte los temas religiosos.

Uno de sus mejores cuadros, el “Ecce Homo” (“He aquí, el Hombre” palabras con las que Pilatos presentó a Cristo a la multitud después de haber sido torturado), fue el resultado de una experiencia profunda del amor misericordioso de Dios para con el ser humano, experiencia que llevó a Chmielowski a su transformación espiritual.

Con el pasar del tiempo, Alberto decidió dejar las actividades relacionadas al arte y dedicar su vida por entero al servicio de los marginados y olvidados. En 1888 hizo los votos religiosos en la congregación de los Hermanos de la Orden Tercera de San Francisco. Así se convirtió en el organizador y gestor de numerosas obras de caridad: asilos, refugios para los más pobres, casas para mutilados e incurables; envió a las hermanas de su congregación a trabajar en hospitales militares, fundó comedores públicos para los hambrientos y orfanatos para niños y jóvenes sin techo.

Gracias a su espíritu emprendedor, al morir dejó 21 casas para religiosos y religiosas, en las cuales prestaban servicio a los más necesitados 40 hermanos y 120 hermanas.

El Santo falleció de cáncer de estómago en 1916, en Cracovia, en el asilo que él mismo fundó en la ciudad. Fue beatificado el 22 de junio de 1983 por el Papa San Juan Pablo II, quien también lo canonizó el 12 de noviembre de 1989.

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