Dios en la Tierra

Hoy es la fiesta de San Pablo Miki y compañeros mártires en Japón

06 Febrero. Sábado de la cuarta semana del Tiempo Ordinario. El santoral recuerda a San Pablo Miki y a San Guarino.

Carta a los Hebreos 13,15-17.20-21.

Y por medio de él, ofrezcamos sin cesar a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan su Nombre.
Hagan siempre el bien y compartan lo que poseen, porque esos son sacrificios agradables a Dios.
Obedezcan con docilidad a quienes los dirigen, porque ellos se desvelan por ustedes, como quien tiene que dar cuenta. Así ellos podrán cumplir su deber con alegría y no penosamente, lo cual no les reportaría a ustedes ningún provecho.
Que el Dios de la paz -el mismo que resucitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, por la sangre de una Alianza eterna-
los capacite para cumplir su voluntad, practicando toda clase de bien. Que él haga en nosotros lo que es agradable a sus ojos, por Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo 23(22),1-3a.3b-4.5.6.

El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas.

Me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,

porque Tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;

unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;

y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.

Evangelio según San Marcos 6,30-34.

Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
El les dijo: “Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco”. Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer.
Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto.
Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.
Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.

Amén

Hoy es la fiesta de San Pablo Miki y compañeros mártires en Japón

Camino a ser ejecutados, el grupo de mártires del Japón, encabezados por San Pablo Miki, oraba y entonaba alabanzas a Dios. Al llegar a Nagasaki, sus captores dispusieron todo para matarlos. Cuando todo estuvo listo, los religiosos fueron crucificados. Entonces, en su agonía, San Pablo Miki pronunció su último sermón. Estas fueron algunas de sus palabras: “Les declaro pues, que el mejor camino para conseguir la salvación es pertenecer a la religión cristiana, ser católico”.

La fiesta de San Pablo Miki y compañeros se celebra cada 6 de febrero. Aquel grupo de hombres estaba integrado por tres jesuitas, entre los que se contaba el P. Pablo, y 23 franciscanos -6 de ellos religiosos y el resto laicos-. A ellos se les conoce como el grupo de los “26 mártires de Japón”.

Pablo Miki, oriundo de Japón, nació en 1566 en el seno de una familia acomodada. Fue educado por jesuitas y más adelante integró la Compañía de Jesús. Como sacerdote, se convirtió en un gran predicador y evangelizador.

Hacia finales del siglo XVI, la persecución contra los cristianos había recrudecido, pero los misioneros, en vez de huir, permanecieron al lado del pueblo de Dios, asistiendo sus necesidades espirituales. Toyotomi Hideyoshi, shogun de Kioto, dio la orden para capturar al P. Pablo Miki y otros cristianos. Las autoridades del shogunato condenaron al grupo a morir crucificados. Pero antes de la ejecución, los prisioneros fueron obligados a caminar alrededor de mil kilómetros, desde Kioto hasta Nagasaki, la ciudad más evangelizada de Japón por aquel entonces.

Antes de partir, los hombres del Shogun le cortaron la oreja izquierda a los 26 hombres, y los hicieron caminar de pueblo en pueblo, en pleno invierno, con la finalidad de atemorizar a aquellos que pretendían hacerse católicos.

Ya en Nagasaki, los laicos del grupo pudieron confesarse con los sacerdotes antes de ser crucificados. Se les ató, además, con cuerdas y cadenas en piernas y brazos. Además, los sujetaron al madero con una argolla de hierro al cuello. Era el 5 de febrero de 1597.

Testigos del martirio reconocieron el fervor y la serenidad de aquellos hombres, entre los que había algunos muy jóvenes. Los sacerdotes animaban a los demás a sufrir por amor a Jesucristo y la salvación de las almas. Las oraciones al Señor y a la Virgen María se mantuvieron durante largo tiempo, así como las arengas y la invocación a quienes estaban presentes para que abracen el cristianismo.

“Mi Señor Jesucristo me enseñó con su palabra y su buen ejemplo a perdonar a los que nos han ofendido. Yo declaro que perdono al jefe de la nación que dio la orden de crucificarnos, y a todos los que han contribuido a nuestro martirio, y les recomiendo que ojalá se hagan instruir en nuestra santa religión y se hagan bautizar”, gritó San Pablo Miki.

En los rostros de los mártires se veía una gran paz y una serena alegría. Finalmente, los verdugos sacaron sus armas y traspasaron dos veces con sus lanzas a cada uno de los crucificados.

San Pablo Miki y compañeros fueron canonizados por el Papa Pío IX en 1862, junto al hermano Miguel de los Santos, perteneciente a la Orden de la Santísima Trinidad.

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