Dios en la Tierra

Hoy es la fiesta de Santa Martina

30 Enero. Sábado de la tercera semana del Tiempo Ordinario. El santoral recuerda a Santa Martina,San Muciano María Viaux y a Santa Jacinta Mariscotti.

Carta a los Hebreos 11,1-2.8-19.

Hermanos:
La fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven.
Por ella nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación.
Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba.
Por la fe, vivió como extranjero en la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos con él de la misma promesa.
Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
También por la fe, Sara recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía.
Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar.
Todos ellos murieron en la fe, sin alcanzar el cumplimiento de las promesas: las vieron y las saludaron de lejos, reconociendo que eran extranjeros y peregrinos en la tierra.
Los que hablan así demuestran claramente que buscan una patria;
y si hubieran pensado en aquella de la que habían salido, habrían tenido oportunidad de regresar.
Pero aspiraban a una patria mejor, nada menos que la celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de llamarse “su Dios” y, de hecho, les ha preparado una Ciudad.
Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó a Isaac como ofrenda: él ofrecía a su hijo único, al heredero de las promesas,
a aquel de quien se había anunciado: De Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre.
Y lo ofreció, porque pensaba que Dios tenía poder, aun para resucitar a los muertos. Por eso recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo.

Evangelio según San Lucas 1,69-70.71-72.73-75.

Nos ha dado un poderoso Salvador
en la casa de David, su servidor,
como lo había anunciado mucho tiempo antes
por boca de sus santos profetas.

Para salvarnos de nuestros enemigos
y de las manos de todos los que nos odian.
Así tuvo misericordia de nuestros padres
y se acordó de su santa Alianza,

Se acordó del juramento que hizo a nuestro padre Abraham
de concedernos que, libres de temor,
arrancados de las manos de nuestros enemigos,
lo sirvamos en santidad y justicia
bajo su mirada, durante toda nuestra vida.

Evangelio según San Marcos 4,35-41.

Al atardecer de ese mismo día, les dijo: “Crucemos a la otra orilla”.
Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.
Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua.
Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.
Lo despertaron y le dijeron: “¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?”. Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: “¡Silencio! ¡Cállate!”. El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.
Después les dijo: “¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?”.
Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: “¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?

Amén

Hoy es la fiesta de Santa Martina

De acuerdo a la tradición, Santa Martina fue una mujer romana, perteneciente a la nobleza, que se convirtió en mártir en tiempos del emperador Alejandro Severo, en la primera mitad del siglo III.

La devoción a Santa Martina ganó fuerza a partir del descubrimiento de su sepultura y la recuperación de sus reliquias. Esto sucedió muchos siglos después de su muerte, en 1624, durante las excavaciones de la vieja iglesia romana que le fue dedicada a la Santa por el Papa Honorio I en el siglo VII.

En el momento de los hallazgos, el Papa Urbano VIII, muy preocupado por la renovación espiritual de la iglesia, trasladó sus restos a otro templo, colocando el cráneo en un relicario aparte, con el propósito de promover la devoción a la Santa. Fue este Papa quien fijó su celebración el 30 de enero.

Las fuentes históricas textuales más antiguas sobre Santa Martina datan del siglo VI -es decir, son muy posteriores a su muerte- por lo que algunos hagiógrafos han puesto en duda su existencia. Dicho escepticismo cobra fuerza si se considera que, en general, la carencia de fuentes cronológicamente cercanas abre paso a la divulgación de inexactitudes o leyendas. Sin embargo, a pesar de esas dificultades, la fuerza con la que la tradición de la Iglesia ha conservado el nombre y la devoción a Santa Martina a lo largo de su historia ha permitido que se le conserve siempre en el índice de los santos.

El relato más seguro sobre ella nos señala lo siguiente: Martina quedó huérfana de padre -un hombre rico y noble- y heredó sus bienes. Ella los habría repartido entre los pobres a la usanza de muchos conversos de ese tiempo y se habría dedicado a la oración y la caridad. Debido a esto habría sido apresada por orden de Alejandro Severo; luego llevada al templo de Apolo, donde habría tenido que elegir entre Apolo, renegando de Cristo, y su fe cristiana. Martina eligió al Señor Jesús y por ello fue sometida a los tormentos habituales de los romanos: golpes, azotes, aceite hirviendo en las heridas, etc. Finalmente sería decapitada alrededor del año 235.

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