Dios en la Tierra

Hoy es la fiesta de Santa Verónica, a cuyo velo se le impregnó el rostro de Cristo

12 de julio de 2020. 15° Domingo del Tiempo Ordinario. Mensaje del Padre Alfredo Nicola.

 

Libro de Isaías
55,10-11.

Así habla el Señor:
Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo
y no vuelven a él sin haber empapado la tierra,
sin haberla fecundado y hecho germinar,
para que dé la semilla al sembrador
y el pan al que come,
así sucede con la palabra que sale de mi boca:
ella no vuelve a mí estéril,
sino que realiza todo lo que yo quiero
y cumple la misión que yo le encomendé.

Salmo 65 (64),10-11.12-13.14.

Visitas la tierra, la haces fértil
y la colmas de riquezas;
los canales de Dios desbordan de agua,
y así preparas sus trigales:

riegas los surcos de la tierra,
emparejas sus terrones;
la ablandas con aguaceros

y bendices sus brotes.
Tú coronas el año con tus bienes,
y a tu paso rebosa la abundancia;
rebosan los pastos del desierto

y las colinas se ciñen de alegría.
Las praderas se cubren de rebaños
y los valles se revisten de trigo:
todos ellos aclaman y cantan.

Carta de San Pablo a los Romanos
8,18-23.

Hermanos:
Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros.
En efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios.
Ella quedó sujeta a la vanidad, no voluntariamente, sino por causa de quien la sometió, pero conservando una esperanza.
Porque también la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto.
Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente anhelando que se realice la redención de nuestro cuerpo.

Evangelio según san Mateo
13,1-23.

Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar.
Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa.
Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: ” El sembrador salió a sembrar.
Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron.
Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron.
Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron.
Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.
¡El que tenga oídos, que oiga!”.
Los discípulos se acercaron y le dijeron: “¿Por qué les hablas por medio de parábolas?”.
El les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no.
Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden.
Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán,
Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure.
Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen.
Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.”
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador.
Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.
El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.
El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.
Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno”.

Propósitos

Hay que sembrar. Entonces preparemos abonemos cada lugar: la familia, el trabajo… ¿Qué semilla esperan los demás de mí? ¿qué semilla puedo dar y sé que necesitan? Tal vez podría reconocer la siembra de otros en mí y proyectar la siembra en alguien.
¡A sembrar!
¡Amén y adelante!

P. Alfredo Nicola
(Argentina)

Hoy es la fiesta de Santa Verónica, a cuyo velo se le impregnó el rostro de Cristo

Santa Verónica fue la mujer que tuvo un gesto misericordioso con Cristo durante su camino al Monte Calvario al enjugar su rostro lleno de sangre y sudor con un velo que pasó a la historia como reliquia por llevar impreso las facciones del Mesías.

Este velo, lienzo o paño es conocido mundialmente como “Santa Faz” o “Velo de la Verónica” y es una de las reliquias más importantes del cristianismo puesto que se considera como una verdadera imagen de Cristo.

El nombre Verónica apareció por primera vez en el documento apócrifo “Las Actas de Pilatos” y procede del latín “vera icon (o verdadero ícono)”, siendo la imagen o reliquia de este tipo más antigua y conocida. Otra reliquia importante similar a esta es la Sábana Santa de Turín.

“Verónica” también podría ser una variación del nombre macedonio Berenice que data del siglo IV y que quiere decir “la que lleva a la victoria”. Este último nombre está vinculado al de la hemorroísa de los evangelios sinópticos que fue curada milagrosamente por Jesús.

Según la tradición, Santa Verónica fue una mujer piadosa que vivió en Jerusalén y que tras la Pasión del Señor se dirigió a Roma llevando consigo el velo, que posteriormente fue expuesto para la veneración pública. Su acto ejemplar se recuerda hoy en la sexta estación del Vía Crucis.

Una de las varias tradiciones explica que Santa Verónica llegó a Italia ante el emperador romano Tiberio, y lo curó tras hacerle tocar esta sagrada imagen. A partir de este evento, permaneció en la capital del imperio en la misma época que los apóstoles San Pedro y San Pablo. Al morir, dejó la imagen al Papa Clemente I.

Con motivo del primer año santo de la historia, en el 1300, el Velo de la Verónica se convirtió en una de las “Mirabilia urbis” (maravillas de la ciudad de Roma) para los peregrinos que visitaron la Basílica de San Pedro en el Vaticano.

Las huellas del Velo de la Verónica se perdieron en los años sucesivos al Año Santo 1600, hasta que fue hallado en la Iglesia de la Santa Faz de Manopello. El Papa Benedicto XVI fue el primer pontífice en visitarlo en septiembre de 2006.

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