Dios en la Tierra

Hoy es la fiesta de Santo Domingo de Guzmán, a quien la Virgen le entregó el Rosario

08 Agosto. Sábado de la decimoctava semana del Tiempo Ordinario. El santoral recuerda a a Santo Domingo de Guzmán y a San Ciriaco Roma.

Libro de Habacuc 1,12-17.2,1-4.

¿No eres tú, Señor, desde los tiempos antiguos, mi Dios, mi Santo, que no muere jamás? Tú, Señor, pusiste a ese pueblo para hacer justicia, tú, mi Roca, lo estableciste para castigar.
Tus ojos son demasiado puros para mirar el mal y no puedes contemplar la opresión. ¿Por qué, entonces, contemplas a los traidores y callas cuando el impío devora a uno más justo que él?
¡Tú tratas a los hombres como a los peces del mar, como a reptiles, que no tienen jefe!
¡El los pesca a todos con el anzuelo, los barre y los recoge con sus redes! Por eso se alegra y se regocija,
y ofrece sacrificios e incienso a sus redes, porque gracias a ellas su porción es abundante y sus manjares, suculentos.
¿Vaciará sus redes sin cesar, masacrando a los pueblos sin compasión?
Me pondré en mi puesto de guardia y me apostaré sobre el muro; vigilaré para ver qué me dice el Señor, y qué responde a mi reproche.
El Señor me respondió y dijo: Escribe la visión, grábala sobre unas tablas para que se la pueda leer de corrido.
Porque la visión aguarda el momento fijado, ansía llegar a término y no fallará; si parece que se demora, espérala, porque vendrá seguramente, y no tardará.
El que no tiene el alma recta, sucumbirá, pero el justo vivirá por su fidelidad.

Salmo 9(9A),8-9.10-11.12-13.

Pero el Señor reina para siempre
y establece su trono para el juicio.
él gobierna al mundo con justicia
y juzga con rectitud a las naciones.

El Señor es un baluarte para el oprimido,
un baluarte en los momentos de peligro.
¡Confíen en ti los que veneran tu Nombre,
porque tú no abandonas a los que te buscan!

Canten al Señor, que reina en Sión,
proclamen entre los pueblos sus proezas.
Porque él pide cuenta de la sangre,
se acuerda de los pobres y no olvida su clamor.

Evangelio según San Mateo 17,14-20.

Cuando se reunieron con la multitud, se le acercó un hombre y, cayendo de rodillas,
le dijo: “Señor, ten piedad de mi hijo, que es epiléptico y está muy mal: frecuentemente cae en el fuego y también en el agua.
Yo lo llevé a tus discípulos, pero no lo pudieron curar”.
Jesús respondió: “¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo aquí”.
Jesús increpó al demonio, y este salió del niño, que desde aquel momento quedó curado.
Los discípulos se acercaron entonces a Jesús y le preguntaron en privado: “¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?”.
“Porque ustedes tienen poca fe, les dijo. Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a esta montaña: ‘Trasládate de aquí a allá’, y la montaña se trasladaría; y nada sería imposible para ustedes”.

Amén

Hoy es la fiesta de Santo Domingo de Guzmán, a quien la Virgen le entregó el Rosario

Santo Domingo de Guzmán (1170-1221) nació en Caleruega, Burgos (España). Su madre fue la Beata Juana de Aza, y a su padre, Félix Núñez de Guzmán, se le reconoce como venerable.

De los 14 a los 28 años vivió en en Palencia, donde recibió una dedicada educación en artes (humanidades), filosofía y, posteriormente, teología. Allí llegó a ser profesor de la escuela catedralicia durante cuatro años, fue ordenado sacerdote y empezó a descubrir su vocación misionera y de servicio a los pobres.

Para 1190, ya había terminado la carrera y recibido la tonsura. Se hizo canónigo regular de la catedral de Osma. En aquel entonces se vivía un clima de tensión con los moros (musulmanes) en España, y no era extraño que los mismos príncipes cristianos de los reinos de la península se enfrentaran entre sí. La región de Palencia padecía entonces una gran hambruna. Tal situación tocó profundamente a Domingo quien, compadecido por la miseria en la que vivían muchos, empezó a servir a los más necesitados. Se dice que se deshizo de gran parte de sus pertenencias y de su biblioteca personal, con el propósito de hacer algún dinero y donarlo.

Cierto día llegó ante Domingo una mujer llorando. Ella le relató cómo su hermano había caído prisionero de los moros. Domingo entonces decidió ofrecerse a sí mismo en rescate por él. El gesto de Domingo, por su valentía y generosidad, hizo que los captores de aquel muchacho desistieran de su propósito. Al final, no fue necesario que Domingo se entregara. Sin embargo, su determinación le ganó el reconocimiento de su pueblo.

Con 24 años de edad fue llamado por el obispo de Osma para ser canónigo de la Catedral. Y a los 25 fue ordenado sacerdote. Más adelante, su obispo tuvo que viajar a Dinamarca por encargo del rey Alfonso VIII y decidió llevar consigo a Domingo. En el viaje, el Santo quedó impactado por el alcance que tenía la herejía del catarismo por aquellas tierras. Santo Domingo se convenció de que la correcta predicación del Evangelio podría apartar del error a los incautos y fortalecer la fe del pueblo.

En 1207, Santo Domingo, junto a algunos compañeros, se entregó por completo a la vida apostólica, renunciando a todo tipo de comodidades y viviendo de limosnas. Él mismo se encargó de formar sacerdotes que predicasen con locuacidad la sana doctrina. Convencido de la necesidad de una buena formación cristiana de los fieles, fundó la Orden de Predicadores (conocidos más tarde como dominicos). La Orden fue constituída en Toulouse, Francia, durante la Cruzada albigense y sería confirmada por el papa Honorio III el 22 de diciembre de 1216.​

A lo largo de su vida, el Santo recibió hasta tres pedidos papales para hacerse obispo. Pero él siempre pidió que lo dejaran ocuparse de su Orden. De esta manera, los años posteriores a 1216 fueron de un esfuerzo espiritual extenuante, hasta ver consolidada su fundación. Había crecido mucho la necesidad de albergar las numerosas vocaciones y formarlas debidamente.

Según la tradición, respaldada por numerosos documentos pontificios, cierta noche Santo Domingo, mientras se encontraba en oración, tuvo una revelación en la que la Virgen María fue en su auxilio y le entregó el Rosario como un arma poderosa para ganar almas. La Virgen le enseñó a recitarlo y le pidió que él también hiciera lo propio con todo el que pudiese, con la promesa de que quienes lo recen obtendrían gracias abundantes. Domingo se convirtió así en el más grande propagador de la oración por excelencia a Nuestra Madre, el Santo Rosario.

Los dominicos y los franciscanos -las órdenes mendicantes- se convirtieron en los pilares que sostuvieron a la Iglesia durante las crisis del siglo XIII y la baja edad media. Santo Domingo, amigo de San Francisco de Asís, partió a la Casa del Padre en Bolonia (Sacro Imperio Germánico) el 6 de agosto de 1221. Tenía 50 años. Fue canonizado en 1234 por el Papa Gregorio IX, quien dijo de él: “de la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y San Pablo”. Su fiesta se celebra cada 8 de agosto.

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