Dios en la Tierra

Hoy la Iglesia celebra a San Manuel González García

04 Enero. Feria del Tiempo de Navidad . El santoral recuerda a Santa Isabel Ana Seton. a la Beata Cristiana Menabuoi y a San Manuel González García.

Epístola I de San Juan 3,7-10.

Hijos míos, que nadie los engañe: el que practica la justicia es justo, como él mismo es justo.
Pero el que peca procede del demonio, porque el demonio es pecador desde el principio. Y el Hijo de Dios se manifestó para destruir las obras del demonio.
El que ha nacido de Dios no peca, porque el germen de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque ha nacido de Dios.
Los hijos de Dios y los hijos del demonio se manifiestan en esto: el que no practica la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.

Salmo 98(97),1.7-8.9.

Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria.

Resuene el mar y todo lo que hay en él,
el mundo y todos sus habitantes;
aplaudan las corrientes del océano,
griten de gozo las montañas al unísono.

Griten de gozo delante del Señor,
porque él viene a gobernar la tierra:
él gobernará al mundo con justicia,
y a los pueblos con rectitud.

Evangelio según San Juan 1,35-42.

Estaba Juan Bautista otra vez allí con dos de sus discípulos
y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: “Este es el Cordero de Dios”.
Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús.
El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: “¿Qué quieren?”. Ellos le respondieron: “Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?”.
“Vengan y lo verán”, les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro.
Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías”, que traducido significa Cristo.
Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas”, que traducido significa Pedro.

Amén

Hoy celebramos a San Manuel González García, el “apóstol de la Eucaristía”

San Manuel González García nació en Sevilla, España, el 25 de febrero de 1877. Fue sacerdote diocesano, y llegó a ser obispo de Málaga y, posteriormente, de Palencia. Fue un auténtico pastor, preocupado por el fortalecimiento espiritual de los fieles. Su espíritu inquieto e innovador lo condujo a fundar la Unión Eucarística Reparadora, un movimiento religioso para seglares, integrado por las “Marías de los Sagrarios y los Discípulos de San Juan”, cuyos miembros se consagran a la veneración del Santísimo Sacramento con el fin de reparar con la oración los pecados de los hombres. Para los sacerdotes creó la asociación de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos y, para las religiosas, organizó las Misioneras Eucarísticas de Nazaret. San Manuel González García es conocido como el Obispo del Sagrario Abandonado o el Apóstol de los Sagrarios Abandonados.

Fue un autor prolífico, con obras teológicas, pastorales y devocionales; sus trabajos publicados superan la treintena, casi todos ellos orientados a la formación espiritual y la vida apostólica, con un acento particular en el laicado, considerado protagonista de la vida y crecimiento de la Iglesia católica. Su obra “Lo que puede un cura hoy” ha sido reeditada once veces y sigue siendo de provecho espiritual para los seminaristas y sacerdotes. En 1932 se editó un volumen denominado “Arte y liturgia”, en el que se recopila tres de sus trabajos: “Mi sagrario y mi secreto” (1922); Arte y altar (1928); y “La pedagogía de la misa” (1930).

Falleció en el Sanatorio del Rosario, en Madrid, el 4 de enero de 1940. Fue beatificado en 2001 por San Juan Pablo II y canonizado en 2016 por el Papa Francisco.

Sus restos se conservan en la Capilla del Sagrario de la Catedral de Palencia. Allí, sobre la lápida de su tumba, puede leerse el siguiente epitafio -dictado por él mismo-, testimonio clarísimo de aquello que movió siempre su corazón:​

«Pido ser enterrado junto a un Sagrario,
para que mis huesos, después de muerto,
como mi lengua y mi pluma en vida,
estén siempre diciendo a los que pasen:
¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está! ¡No lo dejéis abandonado!.
Madre Inmaculada, san Juan, santas Marías,
llevad mi alma a la compañía eterna
del Corazón de Jesús en el cielo».

 

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