Dios en la Tierra

Hoy la Iglesia recuerda a San Pedro Claver

9 de Septiembre. Miércoles de la vigesimotercera semana del Tiempo Ordinario. El santoral recuerda a Santa María de la Cabeza y a San Pedro Claver.

Carta I de San Pablo a los Corintios 7,25-31.

Hermanos:
Acerca de la virginidad, no tengo ningún precepto del Señor. Pero hago una advertencia, como quien, por la misericordia del Señor, es digno de confianza.
Considero que, por las dificultades del tiempo presente, lo mejor para el hombre es vivir sin casarse.
¿Estás unido a una mujer? No te separes de ella. ¿No tienes mujer? No la busques.
Si te casas, no pecas. Y si una joven se casa, tampoco peca. Pero los que lo hagan, sufrirán tribulaciones en su carne que yo quisiera evitarles.
Lo que quiero decir, hermanos, es esto: queda poco tiempo. Mientras tanto, los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran;
los que lloran, como si no lloraran; lo que se alegran, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran nada;
los que disfrutan del mundo, como si no disfrutaran. Porque la apariencia de este mundo es pasajera.

Salmo 45(44),11-12.14-15.16-17.

¡Escucha, hija mía, mira y presta atención!
Olvida tu pueblo y tu casa paterna,
y el rey se prendará de tu hermosura.
Él es tu señor: inclínate ante él.

Embellecida con corales engarzados en oro
y vestida de brocado, es llevada hasta el rey.
Las vírgenes van detrás, sus compañeras la guían.

Con gozo y alegría entran al palacio real.
Tus hijos ocuparán el lugar de tus padres,
y los pondrás como príncipes por toda la tierra.

Evangelio según San Lucas 6,20-26.

Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: «¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!
¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!
¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!»

Amén

Hoy la Iglesia recuerda a San Pedro Clave

“Ego Petrus Claver, aethiopum semper servus” (Yo, Pedro Claver, esclavo de los negros para siempre), escribió San Pedro Claver en el acta de sus votos perpetuos. Pedro Claver (1580-1654) fue un jesuita de origen catalán -su nombre era Pere Claver Corberó- quien, como misionero en Cartagena (Colombia), se convirtió en el protector de la población negra y de los sometidos a la servidumbre en el puerto de Cartagena de Indias, célebre en ese entonces por haberse convertido en el centro negrero más grande del Nuevo Mundo.

Pedro nació en Verdú (España) un 26 de junio de 1580. A los 19 años fue aceptado en la Compañía de Jesús. Con los estudios y la formación avanzada, fue enviado como misionero a Nueva Granada (hoy Colombia) y ordenado sacerdote en Cartagena en 1616.

Allí se opuso a las injusticias de la esclavitud institucionalizada, en la que se vendía esclavos para todo tipo de trabajo forzado. Rechazó las teorías que no reconocían la humanidad de los negros traídos del Africa y condenó toda forma de maltrato hacia los “etíopes” (nombre genérico con el que se denominaba a los africanos). También tomó parte en defensa de los indígenas, a quienes evangelizó.

Mientras los esclavos se encontraban retenidos en Cartagena esperando ser vendidos, Claver atendía a los que llegaban enfermos, hambrientos o maltratados. Incluso se organizaba previamente a la llegada de las embarcaciones de esclavos almacenando provisiones que él mismo recaudaba. En esas circunstancias, San Pedro instruía a los esclavos en la fe y los bautizaba. Así ganó muchísimas almas para Cristo.

Haberse hecho “esclavo de los esclavos” le causó muchos problemas. Se ganó enemistades entre las autoridades y, evidentemente, entre los comerciantes de esclavos. Al mismo tiempo, no fueron pocos los fieles que cuestionaron su conducta, o pocas las incomprensiones entre sus superiores y hermanos jesuitas.

A pesar de todo, el Santo continuó su obra apostólica, convirtiéndose en un gran profeta del amor evangélico, un servidor que enseñó y vivió el amor de Cristo por los más sencillos, los olvidados, los marginados. Por eso su testimonio es invalorable. Cargó su propia cruz y ayudó a muchos a cargar la suya. Se compadeció de los más indefensos y les sirvió como al mismo Dios, sin que el odio, el rechazo o la enfermedad pudieran detenerlo. En tiempos donde se aceptaban prácticas inhumanas, San Pedro Claver puso humanidad y santidad.

Partió a la Casa del Padre el 9 de septiembre de 1654. Ese día, la población de Cartagena salió a las calles para encontrarse con su santo por última vez y rendirle los honores debidos a quien se santificó como su auténtico servidor.

San Juan Pablo II, quien visitó la tumba de este Santo en Cartagena en 1986, dijo, en aquella ocasión, en alusión al Santo y las nuevas esclavitudes del mundo contemporáneo: “hoy, como en el siglo XVII en que vivió Pedro Claver, la ambición del dinero se enseñorea del corazón de muchas personas y las convierte, mediante el comercio de la droga, en traficantes de la libertad de sus hermanos a quienes esclavizan con una esclavitud más temible, a veces, que la de los esclavos negros… Como hombres libres a quienes Cristo ha llamado a vivir en libertad debemos luchar decididamente contra esa nueva forma de esclavitud que a tantos subyuga en tantas partes del mundo, especialmente entre la juventud, a la que es necesario prevenir a toda costa, y ayudar a las víctimas de la droga a liberarse de ella”.

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