Dios en la Tierra

Hoy se recuerda al Beato Carlos de Foucauld

1º de Diciembre. Martes de la primera semana de Adviento. El santoral recuerda a la Beata Clementina Nengapeta Anuarite y al Beato Carlos de Foucauld.

Libro de Isaías 11,1-10.

En aquel día, saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces.
Sobre él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor
-y lo inspirará el temor del Señor-. El no juzgará según las apariencias ni decidirá por lo que oiga decir:
juzgará con justicia a los débiles y decidirá con rectitud para los pobres del país; herirá al violento con la vara de su boca y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.
La justicia ceñirá su cintura y la fidelidad ceñirá sus caderas.
El lobo habitará con el cordero y el leopardo se recostará junto al cabrito; el ternero y el cachorro de león pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá;
la vaca y la osa vivirán en companía, sus crías se recostarán juntas, y el león comerá paja lo mismo que el buey.
El niño de pecho jugará sobre el agujero de la cobra, y en la cueva de la víbora, meterá la mano el niño apenas destetado.
No se hará daño ni estragos en toda mi Montaña santa, porque el conocimiento del Señor llenará la tierra como las aguas cubren el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé se erigirá como emblema para los pueblos: las naciones la buscarán y la gloria será su morada.

Salmo 72(71),1-2.7-8.12-13.17.

Concede, Señor, tu justicia al rey
y tu rectitud al descendiente de reyes,
para que gobierne a tu pueblo con justicia
y a tus pobres con rectitud.

Que en sus días florezca la justicia
y abunde la paz, mientras dure la luna;
que domine de un mar hasta el otro,
y desde el Río hasta los confines de la tierra.

Porque él librará al pobre que suplica
y al humilde que está desamparado.
Tendrá compasión del débil y del pobre,
y salvará la vida de los indigentes.

Que perdure su nombre para siempre
y su linaje permanezca como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos
y todas las naciones lo proclamen feliz.

Evangelio según San Lucas 10,21-24.

En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo:
“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.
Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: “¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!
¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!”.

Hoy recordamos al Beato Carlos de Foucauld

“La fe es incompatible con el orgullo, con la vanagloria, con el deseo de la estima de los hombres. Para creer, es necesario humillarse”, escribió alguna vez el Beato Carlos de Foucauld, un hombre que perteneció a la aristocracia francesa, que se convirtió en militar y aventurero y que tras encontrarse con Dios, abandonó la vida disoluta y se convirtió en un místico de los tiempos modernos, en un hombre de Dios.

Carlos de Foucauld nació en Estrasburgo, Francia, en el seno de una familia aristocrática, en 1858. A los seis años quedó huérfano, luego que su padre muriera de tuberculosis y su madre en el trabajo de parto. Junto con su hermana, quedó a cargo de uno de sus abuelos. Se educó en los colegios jesuitas de Nancy, primero, y luego en París.

Ingresó al servicio militar en 1876, pero años después fue dado de baja por mala conducta cuando se encontraba en Argelia. Sin embargo, tiempo después volvió al ejército a causa de una revuelta en el país africano. Cuando todo acabó renunció al ejército y, en 1882, inició una expedición por Marruecos. Convertido en explorador, se inició en el aprendizaje del árabe y el hebreo. Durante su travesía se hizo pasar por judío y se dedicó a registrar el paisaje marroquí -tanto en su humanidad como en su geografía-, recorrió inhóspitos lugares de Argelia y Túnez, describió culturas y costumbres. Por ese trabajo, Foucauld recibió la medalla de oro de la Sociedad Francesa de Geografía.

En 1886, Carlos tuvo una experiencia profunda de conversión. Todo empezó cuando se percató de la entrega y el fervor con el que vivían su religión los musulmanes. En cambio, para él la religión siempre había estado en la periferia de sus intereses, y le había resultado repulsiva la idea de un Dios creador.

Con la ayuda de un sacerdote, Carlos empezó a aprender la esencia del cristianismo y a ver que su vida carecía de lo que más anhelaba. Abriendo su corazón al Señor, hizo una sincera confesión de vida, y optó por una vida más austera. Foucauld empezó a darse cuenta del sufrimiento de muchos, mientras solo encontraba consuelo y alegría en la oración. Escandalizado ante los horrores de la esclavitud, que hasta entonces no había cuestionado, empezó a dormir en el suelo y renunció a toda comodidad. Finalmente, peregrinó hasta Tierra Santa tras los pasos de Jesús, iniciando un itinerario espiritual que lo llevaría a convertirse en un hombre de profunda oración.

Foucauld ingresó al monasterio Notre Dames-des-Neiges y se hizo un monje trapense, tomando el nombre de Marie-Alberic. Fue enviado al Monasterio de Akbes en Siria y luego se instaló en Roma, donde empezó a estudiar. Sin embargo, optó por dejar la Trapa, ya que los pueblos del norte de África, con los que había vivido, estaban constantemente en sus pensamientos. Tiempo después, volvió como peregrino a Tierra Santa y luego retornó a Francia. Tras retomar los estudios de teología fue ordenado en 1901.

Ya como sacerdote, se fue a vivir cerca de Marruecos con la intención de anunciar el Evangelio. Lo hizo con especial entrega entre los Tuaregs. Escribió varios libros sobre aquel pueblo y tradujo los Evangelios a su lengua. Carlos se estableció en el corazón del desierto del Sahara en Tamanrasset (Hoggar, Argelia).

En 1909 fundó la Unión de Hermanos y Hermanas del Sagrado Corazón, con el objetivo de evangelizar las colonias francesas de África. Los bereberes, etnia del norte de África, se convirtieron en su nueva familia, en su nuevo mundo. Muchos de ellos reconocían en Carlos a un verdadero amigo y por él cambiaron mucho de su visión con respecto a los franceses y los extranjeros.

Lamentablemente, el 1 de diciembre de 1916, el Beato Carlos de Foucauld fue asesinado en la puerta de su ermita a causa de un disparo de fusil, durante los confusos incidentes de una de las tantas revueltas antifrancesas de los bereberes de Hoggar. “Creo necesario morir como mártir, despojado de todo, tendido en el suelo, desnudo, cubierto de heridas y de sangre, de forma violenta y con una muerte dolorosa”. Con estas duras palabras el Beato había prefigurado su cercano final.

Diez congregaciones religiosas y ocho asociaciones espirituales han sido inspiradas por su testimonio y carisma.

Carlos de Foucauld fue beatificado por Papa Benedicto XVI en 2005 y su memoria se celebra cada 1 de diciembre.

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