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Mariana, productora entrerriana, describió mejor que nadie la realidad de muchos productores

Un posteo en redes, de la productora y dirigente agropecuaria, Mariana Martinez, describe de una manera sencilla los avatares a los que enfrentan diariamente los productores. Su voz, seguramente es la voz de muchos productores.

En el derrotero diario del trabajo periodístico, navegando en un mar de noticias, sucede que pocas veces uno se tropieza con “perlitas” como esta, y me refiero al relato simple, sencillo, coloquial y real que hizo Mariana Martinez, productora entrerriana, profesional de la Ciencias Económicas y gremialista de la zona de Nogoyá. Nadie mejor para contar lo que pasa en el campo, que quien día a día se enfrenta a los avatares de la actividad. Mariana logró describir los ciclos productivos de una manera coloquial y sin tecnicismos, cada palabra está escrita con la pasión que supieron imprimirle sus padres y abuelos, haciendo una radiografía fidedigna de la actividad agropecuaria con “derechos y deberes”. El ciclo de la vida continúa y ella, como tantos otros productores representados en Mariana, tienen la responsabilidad y el desafío de dejar su huella en la “prole”.

Vale la pena leer su texto, esto es a lo que nos referimos cuando decimos “cultura del trabajo”:

“¡Y por fin pudimos trillar!

Sembramos maíz y la seca feroz no lo dejó crecer, por tenaz o por terco, el viejo volvió a apostar y resembramos; unas bendecidas, aunque escasas, lluvias lo dejaron nacer, pero una enfermedad que llaman “carbón” disminuyó el resultado.

Con el bolsillo agujereado y esperando que el sacrificio llegue a buen puerto, logramos contratar a “los colonos” que hacen el trabajo de trilla y embolse.

Nuestros bichitos crecen sanos con cuidados y comiendo en praderas verdes, cuando son más grandes, para completar su desarrollo, se los suplementa con algo de granos y es para eso que ayer llegaron las máquinas a casa.

Primero hay que cuidar y alimentar a las madres, a los toros o invertir en inseminación, esperar una buena preñez, rogar que sus partos tengan como resultado un bello ternerito y luego, a partir de ahí, comienza otro desafío no menor, lograr que crezcan sanos y gorditos.

Desde que se gestan en la panza de sus madres hasta que llegan a masticar estos granos de maíz, transcurren unos 4 años, años en los que tal vez toque darles la mamadera porque perdieron a su madre, donde los curamos cada vez que se lastiman, son chiquilines inquietos y se lastiman jugando con otro o rascándose en un alambrado, donde se los vacuna con las obligatorias, como a nuestros hijos con la BCG y también frente a alguna de las enfermedades que pueden desarrollar, sí! así como los nenes que a veces te asustan con una fiebre, a ellos les sucede igual; cuando comen alfalfa les estamos encima porque son glotones y pueden enfermar y hasta morir por “indigestión”.

No sólo es trabajo y dinero lo que se invierte, sólo con el corazón como motor se puede trabajar de este modo, como aprendimos de mi Nona y hoy vemos con los viejos, Papá con su saber de la actividad y Mamá con su amor y respeto por la naturaleza; ambos nos dan las herramientas para que cuando todo está en contra, cuando ya no tenés más fuerzas y todo tu sacrificio parece no alcanzar, podamos sentir alegría y dar gracias porque ayer se terminó el día, con el maíz embolsado.

Mientras los amigos camperos que me leen sonrían porque cuento de este modo lo que hacemos, y los amigos citadinos quizás descubren parte de las aventuras de trabajar con la naturaleza, quienes nos gobiernan, sentados en sus sueldos y jubilaciones de privilegio, siguen sin dejarnos EXPORTAR CARNE; se sientan a conversar con una parte de los frigoríficos que son los el penúltimo eslabón de la cadena cárnica son pocos y de billetera muy gorda. Nosotros producimos para el mercado interno, sin embargo, la destrucción que una medida así genera, nos daña a todos.

El selecto grupo hace sus “negocios” con los funcionarios, mientras los productores nos seguimos fundiendo y todos nosotros, que no somos parte de los privilegiados, comemos cada vez menos carne, menos verduras y frutas, ya no hay prepagas, ni cine ni teatro, ni tele de videocable, ya no compramos ropa ni calzados más que para los gurises porque crecen.

La carne no está cara, nuestro dinero no vale NADA.

Igualmente, yo sigo agradecida porque embolsamos el maíz y sabés por qué? porque creo somos cada vez más los que dejamos de sólo quejarnos, somos muchos los que estamos comprometidos exigiendo que ya no nos atropellen los derechos, sobre todo los derechos de los que honramos nuestros DEBERES”.

 

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