Dios en la Tierra

Hoy la Iglesia celebra a San Francisco de Gerónimo, misionero jesuita

11 Mayo. Lunes de la quinta semana de Pascua. 

Libro de los Hechos de los Apóstoles 14,5-18.

Al producirse en Iconio un tumulto los paganos y los judíos, dirigidos por sus jefes, intentaron maltratar y apedrear a Pablo y Bernabé.
Estos, al enterarse, huyeron a Listra y a Derbe, ciudades de Licaonia, y a sus alrededores;
y allí anunciaron la Buena Noticia.
Había en Listra un hombre que tenía las piernas paralizadas. Como era tullido de nacimiento, nunca había podido caminar,
y sentado, escuchaba hablar a Pablo. Este, mirándolo fijamente, vio que tenía la fe necesaria para ser curado,
y le dijo en voz alta: “Levántate, y permanece erguido sobre tus pies”. El se levantó de un salto y comenzó a caminar.
Al ver lo que Pablo acababa de hacer, la multitud comenzó a gritar en dialecto licaonio: “Los dioses han descendido hasta nosotros en forma humana”,
y daban a Bernabé el nombre de Júpiter, y a Pablo el de Mercurio porque era el que llevaba la palabra.
El sacerdote del templo de Júpiter que estaba a la entrada de la ciudad, trajo al atrio unos toros adornados de guirnaldas y, junto con la multitud, se disponía a sacrificarlos.
Cuando Pablo y Bernabé se enteraron de esto, rasgaron sus vestiduras y se precipitaron en medio de la muchedumbre, gritando:
“Amigos, ¿qué están haciendo? Nosotros somos seres humanos como ustedes, y hemos venido a anunciarles que deben abandonar esos ídolos para convertirse al Dios viviente que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos.
En los tiempos pasados, él permitió que las naciones siguieran sus propios caminos.
Sin embargo, nunca dejó de dar testimonio de sí mismo, prodigando sus beneficios, enviando desde el cielo lluvias y estaciones fecundas, dando el alimento y llenando de alegría los corazones”.
Pero a pesar de todo lo que dijeron, les costó mucho impedir que la multitud les ofreciera un sacrificio.

Salmo 115(113B),1-2.3-4.15-16.

No nos glorifiques a nosotros, Señor:
glorifica solamente a tu Nombre,
por tu amor y tu fidelidad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«¿Dónde está su Dios?»

Nuestro Dios está en el cielo y en la tierra
él hace todo lo que quiere.
Los ídolos, en cambio, son plata y oro,
obra de las manos de los hombres.

Sean bendecidos por el Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
y la tierra la entregó a los hombres.

Evangelio según San Juan 14,21-26.

Jesús dijo a sus discípulos:
«El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él”.
Judas -no el Iscariote- le dijo: “Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?”.
Jesús le respondió: “El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él.
El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes.
Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.»

Amén

Hoy la Iglesia celebra a San Francisco de Gerónimo, misionero jesuita

San Francisco de Gerónimo fue un misionero de la Compañía de Jesús (jesuita) al que llamaban “el apóstol de Nápoles”, es famoso por ser predicador y por su incansable trabajo en favor de la conversión de los pecadores, así como por su amor por los pobres, enfermos y oprimidos.

Este santo nació el 17 de diciembre de 1642 en Grottaglie, una ciudad del sur de Italia. A los 16 años entró al colegio de Teranto, donde permaneció bajo el cuidado de la Compañía de Jesús.

En aquel lugar estudió humanidades y filosofía, y tuvo tanto éxito, que un obispo lo envió a Nápoles para que asistiera a conferencias en Teología Canónica en el famoso colegio, Gesu Vecchio, que por aquel entonces rivalizaba con las más grandes universidades en Europa.

Entró en el noviciado de los jesuitas el 1 de julio de 1670. Al final de su primer año de prueba, fue enviado como misionero a fin de tomar sus primeras lecciones en el arte de la prédica, en un lugar cercano al municipio italiano de Otranto.

Después de 4 años de predicación en pequeños pueblos y de culminar sus estudios de teología, sus superiores lo nombraron predicador de la iglesia del Gesú Nuovo en Nápoles.

Sus sermones elocuentes, breves y enérgicos llegaron a conmover las consciencias culpables de quienes lo escuchaban y por medio de ello se llevaron a cabo milagrosas conversiones.

En algunas ocasiones pasó por no menos de 50 aldeas en un día, predicando en las calles, en las plazas públicas y en las iglesias. También se dice que convertía por lo menos a unos 400 pecadores al año.

También visitaba las prisiones, hospitales y no vacilaba en seguir a los pecadores hasta los antros del vicio, donde algunas veces fue brutalmente maltratado.

San Francisco murió a los 74 años de edad y fue sepultado en la Iglesia de los jesuitas de Nápoles. Fue beatificado en 1758 por Benedicto XIV y canonizado en 1839 por Gregorio XVI.

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