La sericicultura es la práctica de criar gusanos de seda para obtener el capullo del que se extrae la fibra textil. Estos gusanos, cuyo nombre científico es Bombyx mori, construyen sus capullos sobre estructuras llamadas ‘bosques’, que facilitan el proceso y determinan el rendimiento de la seda. En la Argentina, la sericicultura tiene un gran campo para crecer y la información científica sobre el desempeño de los diferentes tipos de bosques es escasa. En este marco, un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) cuantificó y comparó los diferentes métodos de embosque, y encontró que todos cumplen con el objetivo de elevar el rendimiento en seda. Es el primer estudio de este tipo y alienta a profundizar en nuevas investigaciones.
“Los gusanos de la seda aprovechan unas estructuras que se llaman ‘bosques’ para realizar el encapullado. Estos bosques pueden variar mucho en sus formas, tamaños y materiales, y esto es importante porque, entre otras cosas, definen el rendimiento de la seda”, afirmó Samanta Dobler, docente de la cátedra de Producciones Animales Alternativos en la FAUBA.
Dobler explicó que existen soportes que cuentan con espacios individuales donde B. mori‘embosca’, y otros que no los tienen. En el primer grupo, los espacios están delimitados y los capullos se forman separados entre sí, como en el caso de los maples de huevo y del marco japonés. En el segundo grupo, el embosque es grupal —como sucede con la rodalina y la rejilla plástica—, y si no hay un buen manejo, los capullos se pueden ‘pegar’ unos con otros. Esto llevó a Samanta y su grupo a investigar, por primera vez en la Argentina, de qué maneras los distintos bosques afectan la producción de seda.
Bosques, rendimiento y calidad
“Nuestros resultados mostraron que los maples de huevo y los marcos japoneses —dos estructuras con espacios individuales— tuvieron el mejor comportamiento en un parámetro clave del rendimiento: el porcentaje de seda bruta. Este parámetro nos indica cuánta seda, en porcentaje, encontramos por capullo”, aseguró Dobler. Y añadió: “Los valores de referencia suelen superar el 18%, y en nuestro estudio, los porcentajes de las estructuras rondaron el 20%”.
La docente de la FAUBA aclaró que más allá de las diferencias puntuales en el rendimiento en seda, tanto las estructuras individuales como las grupales cumplieron bien con la función de brindar el sostén para que los gusanos tejieran capullos de buena calidad. En todos los casos, el peso promedio de cada capullo entero osciló entre 1,29 y 1,37 gramos. Estos resultados fueron publicados en la revista científica Agronomía y Ambiente.
Un sector en desarrollo
Teniendo en cuenta que la sericicultura argentina aún es artesanal, Samanta Dobler reconoció que los maples de huevo son buenos para comenzar la actividad por ser fáciles de conseguir y de bajo costo. En cuanto a los marcos japoneses, sostuvo que si bien arrojan resultados excelentes, no se fabrican en el país y todavía no existen importadores.
“Por otra parte, los productores un poco más grandes tienden a usar las rodalinas porque además de brindar buenos rendimientos, tienen la ventaja de facilitar la cosecha de capullos y la desinfección posterior para mantener la sanidad dentro de la producción. Esto es muy difícil de controlar utilizando los maples”, sostuvo Samanta.
Para la docente, este estudio puede ser el punto de partida para estudiar otras estructuras: “Existen numerosos soportes alternativos para el embosque, y nos gustaría profundizar en el uso de la rejilla plástica —muy usada en la India— porque, al igual que los maples, es relativamente barata y de amplia disponibilidad”, comentó.
A modo de cierre, Dobler afirmó que “hay muchos más aspectos productivos para seguir estudiando, ya que la sericicultura está en desarrollo en nuestro país, y siempre hay lugar para nuevas ideas e investigaciones que puedan ir resolviendo los diferentes problemas de los productores”.
Por: Santiago E. Zagaglia (SLT-FAUBA)
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