Dios en la Tierra

Hoy celebramos a Santa Margarita de Hungría, mediadora de la tranquilidad y la paz

18 Enero. Lunes de la segunda semana del Tiempo Ordinario. El santoral recuerda a Santa Prisca de Roma, a la Beata Felicidad Pricet y a Santa Margarita de Hungría.

Carta a los Hebreos 5,1-10.

Hermanos:
Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados.
El puede mostrarse indulgente con los que pecan por ignorancia y con los descarriados, porque él mismo está sujeto a la debilidad humana.
Por eso debe ofrecer sacrificios, no solamente por los pecados del pueblo, sino también por los propios pecados.
Y nadie se arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios como lo fue Aarón.
Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy.
Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.
El dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión.
Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer.
De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen,
porque Dios lo proclamó Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec.

Salmo 110(109),1.2.3.4.

Dijo el Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
mientras yo pongo a tus enemigos
como estrado de tus pies».

El Señor extenderá el poder de tu cetro:
«¡Domina desde Sión,
en medio de tus enemigos!

Tú eres príncipe desde tu nacimiento,
con esplendor de santidad;
yo mismo te engendré como rocío,
desde el seno de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se retractará:
«Tú eres sacerdote para siempre,
a la manera de Melquisedec.»

Evangelio según San Marcos 2,18-22.

Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?”.
Jesús les respondió: “¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo.
Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande.
Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!”.

Hoy celebramos a Santa Margarita de Hungría, mediadora de la tranquilidad y la paz

Hoy, 18 de enero, se celebra a Santa Margarita de Hungría, mediadora de la tranquilidad y la paz.

Margarita fue princesa de Hungría, hija del rey Bela IV y de María Láscaris, hija del emperador de Constantinopla y princesa de Nicea. Nació el 27 de enero de 1242, pero antes de nacer, sus padres la ofrecieron a Dios por la liberación de Hungría, asolada por las invasiones bárbaras. Un año antes de su nacimiento, Hungría había caído en manos de los ejércitos mongoles. Entonces, sus padres prometieron a Dios que si les concedía una niña, esta sería entregada para ser monja.

Por eso, cuando Margarita tenía solo tres años, fue confiada a las dominicas de Veszprém. A los doce fue trasladada al nuevo monasterio edificado por su padre, el rey, en una isla del Danubio, junto a la ciudad llamada Buda, donde viviría hasta su muerte. Sería allí donde profesaría sus votos, ante fray Humberto de Romans, maestro general de la Orden de Predicadores, desde 1254 hasta 1263.

Consciente de su hermosa vocación y de la misión que tenía con su patria, la joven princesa se dedicó con fervor heroico a recorrer el camino de la perfección. La ascesis conventual del silencio, soledad, oración y penitencia se armonizaron con un celo ardoroso por la paz, un gran valor para denunciar las injusticias y una gran cordialidad con sus compañeras, a las que servía con gozo en las más humildes labores. Su vida de piedad se caracterizó por la devoción al Espíritu Santo, a Jesús crucificado, a la Eucaristía y a la Virgen María.

Murió con solo 28 años en el monasterio que la albergó sus últimos años, el 18 de enero de 1270. Su cuerpo permaneció sepultado allí hasta 1526. Después de diversas vicisitudes, sus reliquias fueron reubicadas en la iglesia de las clarisas de Bratislava (1618), pero desaparecieron de allí años más tarde, cuando se decretó la supresión del monasterio de las clarisas en 1782.

El Venerable Pío XII, en la homilía de la misa de su canonización, el 19 de noviembre de 1943, la declaró mediadora “de tranquilidad y de paz, fundadas en la justicia y la caridad en Cristo, no solo para su patria, sino para todo el mundo”.

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