Dios en la Tierra

Hoy es fiesta de San Juan de Dios, patrono de los que trabajan en hospitales

08 Marzo. Lunes de la tercera semana de Cuaresma. El santoral celebra a San Faustino Miguez y a San Juan de Dios.

Segundo Libro de los Reyes 5,1-15.

Naamán, general del ejército del rey de Arám, era un hombre prestigioso y altamente estimado por su señor, porque gracias a él, el Señor había dado la victoria a Arám. Pero este hombre, guerrero valeroso, padecía de una enfermedad en la piel.
En una de sus incursiones, los arameos se habían llevado cautiva del país de Israel a una niña, que fue puesta al servicio de la mujer de Naamán.
Ella dijo entonces a su patrona: “¡Ojalá mi señor se presentara ante el profeta que está en Samaría! Seguramente, él lo libraría de su enfermedad”.
Naamán fue y le contó a su señor: “La niña del país de Israel ha dicho esto y esto”.
El rey de Arám respondió: “Está bien, ve, y yo enviaré una carta al rey de Israel”. Naamán partió llevando consigo diez talentos de plata, seis mil siclos de oro y diez trajes de gala,
y presentó al rey de Israel la carta que decía: “Al mismo tiempo que te llega esta carta, te envío a Naamán, mi servidor, para que lo libres de su enfermedad”.
Apenas el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestiduras y dijo: “¿Acaso yo soy Dios, capaz de hacer morir y vivir, para que este me mande librar a un hombre de su enfermedad? Fíjense bien y verán que él está buscando un pretexto contra mí”.
Cuando Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras, mandó a decir al rey: “¿Por qué has rasgado tus vestiduras? Que él venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel”.
Naamán llegó entonces con sus caballos y su carruaje, y se detuvo a la puerta de la casa de Eliseo.
Eliseo mandó un mensajero para que le dijera: “Ve a bañarte siete veces en el Jordán; tu carne se restablecerá y quedarás limpio”.
Pero Naamán, muy irritado, se fue diciendo: “Yo me había imaginado que saldría él personalmente, se pondría de pie e invocaría el nombre del Señor, su Dios; luego pasaría su mano sobre la parte afectada y curaría al enfermo de la piel.
¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Parpar, no valen más que todas las aguas de Israel? ¿No podía yo bañarme en ellos y quedar limpio?”. Y dando media vuelta, se fue muy enojado.
Pero sus servidores se acercaron para decirle: “Padre, si el profeta te hubiera mandado una cosa extraordinaria ¿no la habrías dicho? ¡Cuánto más si él te dice simplemente: Báñate y quedarás limpio!”.
Entonces bajó y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios; así su carne se volvió como la de un muchacho joven y quedó limpio.
Luego volvió con toda su comitiva adonde estaba el hombre de Dios. Al llegar, se presentó delante de él y le dijo: “Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra, a no ser en Israel. Acepta, te lo ruego, un presente de tu servidor”.

Salmo 42(41),2-3.43(42),3-4.

Como la cierva sedienta
busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira
por ti, mi Dios.

Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios viviente:
¿Cuándo iré a contemplar
el rostro de Dios?

Envíame tu luz y tu verdad:
que ellas me encaminen
y me guíen a tu santa Montaña,
hasta el lugar donde habitas.

Y llegaré al altar de Dios,
el Dios que es la alegría de mi vida;
y te daré gracias con la cítara,
Señor, Dios mío.

Evangelio según San Lucas 4,24-30.

Cuando Jesús llegó a Nazaret, dijo a la multitud en la sinagoga: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.
Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país.
Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio”.
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron
y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.

Amén

Hoy es fiesta de San Juan de Dios, patrono de los que trabajan en hospitales

Hoy la Iglesia Católica celebra la Fiesta de San Juan de Dios, fundador de la Orden de los Hermanos Hospitalarios, la que posteriormente cambiaría su denominación a “Orden Hospitalaria de San Juan de Dios” añadiendo el nombre del Santo en su honor.

San Juan de Dios, O. H. nació en Montemor-o-Novo (“Montemayor” en castellano), Portugal, el 8 de marzo de 1495 y, coincidentemente, fue llamado a la Casa del Padre un 8 de marzo de 1550 en Granada, España. Su nombre de pila fue João Cidade Duarte y fue conocido como “Juan de los Enfermos”.

Trabajó como enfermero por vocación y convicción, ya que a lo largo de su vida demostró que era la caridad con los que sufren enfermedad lo que lo movía a entregarse al servicio a los demás. En quienes sufrían un padecimiento corporal, San Juan de Dios encontraba a Cristo sufriente, vulnerable; esperando ser atendido y consolado.

Fundó un hospital en Granada y, posteriormente, junto con su grupo de compañeros, constituyó la que sería la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, dedicada a la pastoral de la salud. Su hospital estaba dedicado especialmente a atender a los pobres y necesitados. En él trabajó incansablemente durante diez años, sin abandonar la oración ni el ayuno, pasando muchas noches en vela ocupándose de los enfermos. Aún con una salud un poco frágil -se resfriaba constantemente-, no buscó ni su seguridad ni su comodidad, sino el bienestar de sus enfermos.

En una ocasión, se produjo un incendio en su hospital y el Santo, poniendo en riesgo su vida, se encargó de rescatar a los pacientes. Se considera como milagrosa la manera como San Juan atravesó el lugar en llamas sin sufrir quemadura alguna. Aquel día ni uno solo de sus pacientes sufrió daño alguno. Dios, una vez más, había protegido a sus pobres y enfermos, a quienes se dedicaba con tanto amor.

El día de su muerte, “Juan de los Enfermos” sintió una premonición de que su hora había llegado. Buscó ponerse en oración, se arrodilló y exclamó: “Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo”, y en ese momento falleció.

San Juan de Dios es Patrono de quienes trabajan en los hospitales y de los que difunden libros religiosos. Hoy, que una pandemia azota a la humanidad, su vida y ejemplo de entrega y sacrificio por los sufrientes cobran un sentido aún mayor. Pidamos su intercesión por todos aquellos que arriesgan su vida en los sistemas de salud de todo el mundo, con tal de salvar la vida de otros, y por quienes sufren el dolor del deterioro corporal y la soledad.

Actualmente los religiosos Hospitalarios de San Juan de Dios siguen trabajando por los enfermos en hospitales y centros de salud de muchos países.

 

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