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¿Se puede ser más o menos cooperativista?

 

por Pedro Aguer

Sí claro que se puede. Pero no se debe.

Crear una cooperativa requiere fidelidad a los principios que la guían y al cumplimiento de las leyes que rigen su desenvolvimiento.

Como se ve, se trata de un compromiso de alto nivel, como el de un habitante que desee crear una fuente de trabajo, con la complejidad superior de poner en ello toda la generosidad de que es capaz y toda la suerte de su grupo familiar, pues no podrá hacerlo solo sino en compañía de otros en iguales o semejantes condiciones.

Lo cual impone a su vez un alto grado de responsabilidad, para con uno mismo, en primer lugar, y para con quienes compartirán el esfuerzo, y los resultados, en segundo lugar.
La tarea que se avecina cuando construimos una cooperativa o decidimos formar parte de una existente será muy demandante al principio. Primero el esfuerzo y el sacrificio si es necesario, y después los resultados. He aquí la eterna fórmula de la cultura del trabajo que a nadie daña y a tantos beneficia.

Hay todo un estroma legal que sostiene a la empresa en su marcha, cuyos elementos deben ser conocidos:

El Estatuto Social. Podríamos compararlo con la Constitución misma ya que los asociados deben conocerlo y cumplirlo a raja tabla. En la cooperativa es muy conveniente tener en claro lo que sostenía José Ingenieros: “Ningún deber sin derechos, ningún derecho sin deberes”. Ello lleva implícito la doctrina que exige ser conocida exhaustivamente. Pues “en el cooperativismo siempre un paso más” como lo postulaba el Padre Arizmendiarrieta, para que los elementos intrínsecos se armonicen en la procura de un progreso sostenido.
La parte exterior del estroma tiene que ver ya con el comportamiento de la empresa en cuanto a su funcionamiento interno, pero también en su condición de persona jurídica de naturaleza muy especial, pues no es una sociedad de capital sino de personas, cuya legalidad está en la Ley Nacional 20.337, y se ocupa de su cumplimiento el IPCyMER.
Como el progreso es inherente a la expansión, los asociados deben, como todo buen propietario de empresa, conocer el comportamiento del mercado, lo que los pondrá en situación para participar en el mismo, con calidad y precios.

Se es cooperativista por opción y convicción, no por obligación.

Los cooperativistas no tenemos pruritos ni prejuicios y decimos a nuestras cooperativas empresas, porque lo son, sólo que con algunas diferencias. No se las forma con fin de lucro, no nacen para competir sino para compartir, todos sus integrantes son dueños, y los excedentes se distribuyen equitativamente. Su administración es democrática y se basan en la filosofía de la solidaridad.

Acá es donde no podemos continuar sin volver al título.

Porque teniendo en cuenta las características apuntadas podemos apreciar que no se trata de una forma de organización para ser tomada ligeramente, sino con responsabilidad y con un muy estricto espíritu de compromiso militante, para bien de sus integrantes y de quienes con ella deban interactuar, económica como culturalmente.

Tema, como se dice en los remates feria, remanido; pero consciente de su poco atractivo para autoridades y dirigentes, insistimos con el propósito de aportar para que no se continúe usando al cooperativismo con fines electorales y se lo tome con la debida seriedad que exige el objetivo que persigue, solucionar los problemas sociales, económicos y culturales que el sistema capitalista no resuelve y el Estado trata sin la debida responsabilidad política.

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